sábado, 4 de diciembre de 2021

Felicidades.

Creía haber soñado durante toda la noche con el sonar de unas maletas deslizándose por la aspereza del asfalto, pero me he dado cuenta de que ese ruido solo existía en mi cabeza. Por eso, después de pasar una noche confusa, he decidido llevar mi maleta en peso hasta el coche, para ver si el ruido desaparecía, pero no, seguía ahí. Es curioso cómo algo cotidiano puede resultar tan simbólico en días señalados en los que la nostalgia se apodera de ti para hacer su trabajo. El rodar de una maleta significa, por ejemplo, la vuelta a casa después de un viaje o de una estancia en otro lugar por cuestiones de trabajo. Por eso hoy no dejo de oír ese ruido, porque mañana, hace justo un año, yo te esperaba impaciente en un bar cercano a la estación de autobús de Badajoz para llevarte de vuelta a casa. Recuerdo verte acarreando más de un par de maletas, mientras tu voz sonaba de lejos bajo el discurso de: “sigue ahí y no te muevas, que ya puedo yo sola”. En ese momento salí corriendo a ayudarte para después fundirme contigo en un abrazo. “Felicidades atrasadas, amiga”, dije. Después reímos y cenamos juntas. Mañana hace un año… 


¡Feliz cumpleaños, María! 



II


Acércate a llorar conmigo.

Te invito a la renuncia

te invito a la nostalgia

te invito al desvarío.

 

Acércate, ven

acércate a llorar conmigo.

Olvida ya tu estancia

efímera y amarga

y vuelve a ser un niño.

 

Ven, acércate

acércate a llorar conmigo.

Sentados en la sala

de un alma que protege

y nos resguarda del frío.

 

Acércate a llorar conmigo

ven, acércate

acércate a llorar conmigo.  

 


IV


Perdí tu mano compañera

y las ganas de saber

cuándo muere ya esta herida

cuándo deja de doler.



VII 


Tu voz cobra fuerza

en esta aciaga oscuridad

que se desvanece fugazmente

al caer la noche.

 

No puedo oírla.

Me incorporo.

no la escucho

me esfuerzo

me detengo.

De ti me llega

el sonido imperceptible

del mundo

el crepitar de la vida

en esta soledad inmunda.

 

jueves, 2 de diciembre de 2021

El recuerdo de su voz.


“ANTES DE que termine noviembre, empieza la Navidad. Las calles se llenan de luces, las tiendas de ofertas y los escaparates de tentaciones. Algunas personas, rebosantes de espíritu navideño, empiezan a decorar sus casas. Otras, cargadas de razón, se resisten a la edulcorada orgía que se nos viene encima. Yo no hago ni una cosa ni la otra. A finales de noviembre, ya necesito toda mi energía para resistir el recuerdo de la voz de mi madre. 


La voz humana es el instrumento musical más extraordinario que existe, porque conecta directamente con el corazón de quien la escucha, de quien la recuerda. En la voz de mi madre, que no oigo desde hace más de 30 años y sin embargo suena en mis oídos casi todos los días, quepo yo a lo largo de todos los años que he vivido […]”. 



Leí esta columna de opinión dos días después del fallecimiento de Almudena Grandes. Es extraordinario apoyarse en las palabras de quien cuenta tan bien para expresar lo que una siente. En mi caso es “el recuerdo de la voz de mi padre”, melodía que no escucho desde hace 9 años. Sí, su voz “suena en mis oídos casi todos los días”, y gracias a ella “quepo yo a lo largo de todos los años que he vivido”.