Hoy recojo
aquí, con pudor y siendo consciente de la torpeza y poca inteligencia que
reflejan estos versos, siete pequeñas
composiciones que un día escribí con la intención de reflejar el amor, la
gratitud y el respeto que te sigo teniendo, papá.
Siete horas,
siete años, siete poemas.
I
Descalza
el
agua tibia del verano
mojaba
tus pequeños pies
bajo
la sombra de una higuera.
Entonces
tú me mirabas
con
la sonrisa
cansada
y dulce
de
quien nada teme
de
quien nada espera.
Entonces
tú me mirabas
con
la certeza de que el tiempo
nos
regalaría la oportunidad
de
vernos siempre
con
los mismos ojos.
El
sol era otro
y
la vida se antojaba entonces
hermosa
y apacible.
II
No
temas, niña, a la oscuridad
que
te atormenta.
Entre
dos cuerpos cálidos
reposa
el tuyo apenas hecho.
Tu
sueño ahora es plácido y sosegado.
Al
amanecer, como otro día cualquiera,
las
sombras volverán a convertirse en luz
y
los fantasmas, niña,
desaparecerán
de nuevo.
III
Bastaba
saberte en casa
para
creer que la vida
nos
permite adorar el bien
inmaterial
de las cosas.
En
la distancia te imagino
aquí,
sentado en el sofá
que
todavía ocupas
a
pesar de tu partida.
Me
bastaba saberte así
para
saber también
que
la vida estaba ahí
esperándonos.
IV
He
intentado andar el camino
que
con paso lento y sosegado
realizabas
cada mañana.
Ha
sido imposible.
La
tierra ahora es de otro color
el
aire más impuro
y
mi caminar, también, más lento.
Aun
así, te sigo encontrando
en
cada piedra, en cada hoja
y
en la respiración de un tiempo
que
exhala eternidades de un pasado
todavía
vivo.
V
La
fuerza desmedida del dolor
nos
hace inmunes a la muerte.
La
tristeza se instala
sigilosa
para
mirarnos de frente
insultante
y
con crecida burla.
La
fuerza desmedida del dolor
nos
hace sabernos más vivos
aunque
la realidad sea
realmente
otra.
VI
Volveremos
a vernos
con
la urgencia del sediento
que
en mitad del desierto
se
desvanece ante el milagro
del
agua.
Volveremos
a vernos
en
el sonar de la melodía
que
apacigua a las bestias.
Volveremos
a vernos
cuando
el recuerdo nos inunde
con
la armonía del ayer.
Volveremos
a vernos
cuando
este tiempo
se
nos confiese
como
el único verdadero.
VII
Tu
voz cobra fuerza
en
esta aciaga oscuridad
que
se desvanece al caer la noche.
No
puedo oírla.
Me
incorporo.
no
la escucho
me
esfuerzo
me
detengo.
De ti me llega
el
sonido imperceptible
del
mundo
el
crepitar de la vida
en
esta soledad inmunda.
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