lunes, 19 de febrero de 2018

En las frías aguas del río Tormes

Se lo decía a Jorge el otro día, mientras paseábamos por el camino que desemboca en  los dos puentes que cruzan Salamanca. Bajamos por la noche con la intención de ver la Catedral iluminada en el río Tormes, como nos había recomendado Carlos. Cuando vi aquella majestuosa y emblemática construcción dibujarse en las frías aguas del río, me sentí afligida y no pude más que llorar. Las lágrimas empezaron a correr por las mejillas de quien sentía un hondo pesar por quien nunca vio un espectáculo tan mágico y simple; de quien sentía una profunda tristeza por los ojos que ya no podrán mirar maravillados una obra de arte tan natural y exquisita, y por los labios que, callados como en Tabú –una representación de quince minutos que vimos al día siguiente en La Malhablada– jamás volverán a pronunciar palabra alguna. Así, mientras la Catedral se dibujaba en las frías aguas del río Tormes.




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