Creía haber soñado durante toda la noche con el sonar de unas maletas deslizándose por la aspereza del asfalto, pero me he dado cuenta de que ese ruido solo existía en mi cabeza. Por eso, después de pasar una noche confusa, he decidido llevar mi maleta en peso hasta el coche, para ver si el ruido desaparecía, pero no, seguía ahí. Es curioso cómo algo cotidiano puede resultar tan simbólico en días señalados en los que la nostalgia se apodera de ti para hacer su trabajo. El rodar de una maleta significa, por ejemplo, la vuelta a casa después de un viaje o de una estancia en otro lugar por cuestiones de trabajo. Por eso hoy no dejo de oír ese ruido, porque mañana, hace justo un año, yo te esperaba impaciente en un bar cercano a la estación de autobús de Badajoz para llevarte de vuelta a casa. Recuerdo verte acarreando más de un par de maletas, mientras tu voz sonaba de lejos bajo el discurso de: “sigue ahí y no te muevas, que ya puedo yo sola”. En ese momento salí corriendo a ayudarte para después fundirme contigo en un abrazo. “Felicidades atrasadas, amiga”, dije. Después reímos y cenamos juntas. Mañana hace un año…
¡Feliz cumpleaños, María!
II
Acércate a llorar conmigo.
Te invito a la renuncia
te invito a la nostalgia
te invito al desvarío.
Acércate, ven
acércate a llorar conmigo.
Olvida ya tu estancia
efímera y amarga
y vuelve a ser un niño.
Ven, acércate
acércate a llorar conmigo.
Sentados en la sala
de un alma que protege
y nos resguarda del frío.
Acércate a llorar conmigo
ven, acércate
acércate a llorar conmigo.
IV
Perdí tu mano compañera
y las ganas de saber
cuándo muere ya esta herida
cuándo deja de doler.
VII
Tu voz cobra fuerza
en esta aciaga oscuridad
que se desvanece fugazmente
al caer la noche.
No puedo oírla.
Me incorporo.
no la escucho
me esfuerzo
me detengo.
De ti me llega
el sonido imperceptible
del mundo
el crepitar de la vida
en esta soledad inmunda.