A María Núñez, mi amiga, mi compañera
y ahora un ángel.
Tengo el alma
rota
y ronca de dolor
de llamarte y no escucharte
de decirte y nunca hallarte
a mi lado, codo a codo.
Tengo el alma rota
y ronca de
dolor
de gritar y no encontrarte
de buscar y abandonarme
derrotada por tu adiós.
Tengo el alma rota
y ronca de dolor
de pensarte y recordarte
de sentirte y no tocarte
de abrazarte y que no estés.
Tengo el alma rota
y ronca de dolor
de añorar nuestro pasado
compartido y muy vivido
con promesas de un destino
con promesas de amistad.
Tengo el alma rota
y ronca de dolor
de esperarte en la distancia
de vencerme al desvarío
y arroparme en tu cobijo
ahora que te has ido.
Tengo el alma rota
y ronca de dolor.
Asómate conmigo
a la ventana de la vida
donde niñas
seguimos siendo las dos.
Tengo el ama rota
y ronca de dolor.
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