Ayer me llegó a Badajoz una edición facsimil del poemario
vital de Luis Cernuda, Donde habite el olvido (1933). Esta fue publicada, en
enero de 2004, por la Residencia de Estudiantes, en colaboración con el Centro
Cultural de la Generación del 27. Jorge no me había avisado de que había
llegado el libro y, cuando entré en el piso, vi el paquete encima de la mesa
del salón. Feliz. Muy feliz. Como una niña chica el día de reyes, me senté en
el suelo y empecé a abrir con minucia esta joya en forma de libro que ahora
tenía en mi poder. Lo abrí, lo ojeé y lo
olí, como siempre. Me fijé también- cómo no- en los que son pequeños fallos de
impresión, supongo. El ejemplar presenta dos manchitas rosas en la portada y
otra en la primera hoja. Después de quejarme unos minutos por esto, continué
observando el libro con ojos maravillados, como quien encuentra un tesoro.
Este destaca por el exhaustivo prólogo de Alejandro
Millán, por la excelente y cuidada edición y, principalmente, por estar
compuesto de manuscritos originales del poeta sevillano- tanto a mano como a
máquina-. De este modo, asistimos al proceso de creación de esta obra magna, ya
que podemos apreciar los errores de trascripción, las correcciones a mano, las
notas en los márgenes de las páginas, etc.
Hoy, cuando me he despertado, he vuelto al libro. He
empezado a leer algunos apuntes y composiciones y me he topado, como siempre,
con información que desconocía y que me ha permitido estar toda la mañana
entretenida con asuntos gustosos. En unas líneas se alude “a la profunda unidad
de la obra cernudiana, esa unidad a la que se refería el poeta Francisco Brines
en su contribución al homenaje que dedicó a Luis Cernuda la revista valenciana
“La Caña Gris” (octubre, 1962). Inmediatamente me he puesto a intentar
localizar esta, que se corresponde con los números 6-8. He encontrado algunas
ediciones, sobre todo las de Jacobo Muñoz en 2002. He comparado dos de ellas,
pero como por internet hay datos que no se especifican correctamente, he
escrito a la librería donde se encuentran ambos. He preguntado si, a pesar de
que la edición sea distinta, los dos ejemplares de que disponen presentan los
mismos textos e información, es decir, el mismo contenido. En función de este
compraré una u otra. Pero la cosa no termina aquí, pues cuando termino de
enviar el correo se me abre una ventana o página adicional en la que aparece,
como por arte de magia, otro libro que se encuentra en la librería. ¿Cuál? Para
mi sorpresa, y sin estar absolutamente relacionado con el anterior, “Los
extremeños en las Cortes de Cádiz” de Román Gómez Villafranca, obra que intenté
localizar, sin éxito, para la realización de mi Trabajo Final de Máster sobre
Bartolomé José Gallardo. Una alegría, de verdad. Y una sorpresa. Una sorpresa.
Donde habite el olvido, sí.
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