lunes, 25 de septiembre de 2017

Miguel Hernández


El tiempo pasa inexorable y se pone amarillo sobre nuestra fotografía.

Había leído algunos de los poemas que componen el libro que me regaló Jorge por mi cumpleaños, pero no me había detenido, todavía, en las “Palabras previas para esta edición”, en  el “Prólogo”, en la “Aproximación a la figura de Miguel Hernández” y en las “Notas sobre la edición”. Ayer sí. Los domingos están para eso, para pasar un día placentero y gustoso antes de que el lunes, con su urgencia y sus obligaciones, nos golpée en la cara.  

La edición de este volumen que recoge toda la obra de Miguel Hernández (Alianza Editorial, 2017) corre a cargo del que fue amigo y compañero del poeta de Orihuela, Leopoldo Urrutia de Luis- más conocido como Leopoldo de Luis- y de su hijo, Jorge Urrutia. Leopoldo de Luis conoció a Miguel Hernández un día lluvioso de mayo de 1936, en Madrid. Hasta ese dato me parece simbólico, “un día lluvioso”. Esta obra refiere, además, el segundo encuentro de estos dos en agosto de 1937, en el Ateneo de Alicante, cuando se rindió homenaje al poeta del pueblo. Leopoldo de Luis asistió al acto con una herida de guerra junto a Gabriel Baldrich, compañero de hospital:

Con nosotros se encontraba mi compañero de hospital Gabriel Baldrich, autor de numerosos romances de guerra […]. En la conversación ulterior con Miguel quedó esbozada la idea de un cuaderno conjunto, expositor de poemas de los tres –algo fabuloso para nosotros dos, frente al hermano mayor y maestro que Miguel era–. Un año después aparecía en las publicaciones del Socorro Rojo, con el título de Versos en la guerra.

En las “Palabras previas para esta edición” se hace alusión, también, al poema de Leopoldo de Luis que se incluye en esos Versos en la guerra, “Barcelona bombardeada”. No he localizado el poema, pero el título ya sugiere y me permite establecer analogías cercanas con la situación que se está viviendo en la Barcelona de autores como Gil de Biedma y Juan Marsé. Hace poco más de un mes Barcelona fue sacudida de nuevo por el terror. Ahora, hoy mismo, Barcelona es motivo de noticia en todos los medios de comunicación. Ahora, en Barcelona, se vive un proceso interno que nos afecta a todos como país. Ahora, en esa Barcelona de Gil de Biedma y Juan Marsé.

“Vivo para exaltar los valores puros del pueblo y, a su lado, estoy tan dispuesto a vivir como a morir”, dijo Miguel Hernández en el homenaje de agosto de 1937 referido antes. Este fue siempre un “alumno de bolsillo pobre” que consiguió cultivar su amor por las letras gracias a su pasión incansable y a la buena fe de quienes prestaron su biblioteca para que el autor pudiese formarse en el arte de la literatura. Eso lo convierte en el poeta del pueblo y en una de las personalidades más destacadas y especiales de nuestra literatura del siglo XX. El poeta del pueblo; nuestro poeta del pueblo. Nuestro. 

Ahora escucho “Canción última” de Miguel Hernández por Joan Manuel Serrat. Otra casualidad.

Pintada, no vacía:
pintada está mi casa
del color de las grandes
pasiones y desgracias.

Regresará del llanto
adonde fue llevada
con su desierta mesa
con su ruinosa cama.

Florecerán los besos
sobre las almohadas.
Y en torno de los cuerpos
elevará la sábana
su intensa enredadera
nocturna, perfumada.

El odio se amortigua
detrás de la ventana.

Será la garra suave.

Dejadme la esperanza.

sábado, 23 de septiembre de 2017

De Luis Cernuda a Federico García Lorca

Hoy, dos días después del 115 aniversario del nacimiento de Luis Cernuda, llega a mí la Elegía que este le dedica a Federico García Lorca, “A un poeta muerto”

[…]
La sal de nuestro mundo eras, 
Vivo estabas como un rayo de sol, 
Y ya es tan sólo tu recuerdo 
Quien yerra y pasa, acariciando 
El muro de los cuerpos 
Con el dejo de las adormideras 
Que nuestros predecesores ingirieron 
A orillas del olvido. 





jueves, 7 de septiembre de 2017

En la piel

 Hoy he estado pensando en si algún día cinco me ha pasado algo importante o que merezca la pena recordar. No. Tampoco un siete. Pero sí en septiembre. A mi hermana hoy, hace dieciocho años, le quedaban 15 días para conocer al que sería el hombrecito de su vida. A mí, que tenía entonces siete años, me quedaban también 15 días para conocer al que es hoy, sin ninguna duda, el hombre de mi vida. Y al que lo será siempre. A veces me sorprendo con lágrimas en los ojos cuando veo fotografías de cuando era pequeño. Sobre todo esas en las que sale con un pantalón de pinza corto negro y una camisa azul celeste. También con una esclava de oro enterrada entre la carnecita de sus diminutas muñecas. Lo quiero; lo quiero mucho. Y a veces, cuando una está irascible y susceptible, mira a su derecha y en su corazón afloran los más bellos sentimientos; un amor como pocos: puro, noble, incondicional y desinteresado. Un amor por el que merece la pena vivir y morir. En la piel.


Ya es Gerardísimo y para mí siempre será Gerardito. 


miércoles, 6 de septiembre de 2017

AG

Felicidad(es)





Hoy, Marte(s)

Me cuesta mucho dormir. Es gracioso haber leído hoy- ya ayer- en el horóscopo diario de Cáncer- cada vez que pienso en mi signo zodiacal me acuerdo de JM (no es Jorge Márquez, que podría, pero no)- que tengo que poner freno a mi perturbación del sueño porque podría estar dañando seriamente mi salud.       También decía: “Evita confrontaciones con amigos, podrías decir alguna palabra inconveniente”. Vaya…Inocente y tonta, pero hoy me lo creo. Hoy sí. Supongo que el horóscopo podría ser otro de esos fundamentalismos de los que nos hablaba I.R. en primero de carrera. No sé. Yo hoy necesito aferrarme a algo y tener fe, desgraciadamente. Aunque sea en esta estupidez. No he podido evitar detenerme en el sintagma “palabra inconveniente” cuando he leído hoy- ya ayer- mi horóscopo diario. Llevo un tiempo pensando en el poder de la palabra y en las consecuencias de estas una vez entras en el dañino bucle de la incontinencia verbal. Más que los hechos y la acción; más que todo. Tendré que dormir y callar. Hoy- ya ayer-, después de entregar el TFM en la secretaría de mi facultad, me encontré con O. No solo ha sido un reencuentro emotivo- un abrazo sentido y lleno de cariño sincero-, sino repleto de sabiduría, como siempre. Recuerdo palabras sueltas que decía en nuestra conversación de esta mañana, cuando estuvimos una hora sentados en un banco al lado de la Biblioteca Central: paisaje vital, querer, convenir, camino correcto, obstáculos, vida convencional, echarle leña al fuego… entre otras muchas. Bien. Después me he topado con L. en el paso de peatón que cruzaba asiduamente el año pasado y hace unos meses. Solo nos hemos saludado a lo lejos, con una palabra y un gesto. Se me ha iluminado el día cuando he visto a esta alumna que quiso llevarse a casa mi ejemplar de Nada de Carmen Laforet para leerlo detenidamente. Confío en que así fuese y si no da igual.  Pensé en escribirle cuando lleguase a casa pero al final se me ha pasado; ha sido un día ajetreado. Quizá mañana. Ojalá mañana. Me acuerdo de ellos continuamente. Han sido mis primeros. Después he comido con S. y hemos pasado un rato muy agradable. Antes de volver, Hoy, Júpiter de Luis Landero en Pléyades. Cuando llegué a casa me acordé de mi conversación de esta mañana con O. Callar y seguir, supongo. Seguir y callar, también. Recordé entonces una palabra que en los últimos días he tenido muy presente- a costa de un libro, precisamente-: Contingencia. Sí, contingencia. Y palabras.

¿Estará ya puesto el horóscopo del 06/09/2017? Me voy a dormir.


domingo, 3 de septiembre de 2017

Contingencia, tedio, absurdo, ironía, destino

“Así que no pienses, no recuerdes, no elucubres, cierra la mente al pensamiento, porque cuanto más forcejees con lo irremediable más prendido quedarás en esta intrincada red que la vida te atrapó al vuelo un inocente día de mayo. Así, eso es, actuar, hacer, agitarse, caminar contando los pasos, calcular las distancias, y sobre todo no pensar, o pensar solo tonterías, asuntos esotéricos […] Cualquier cosa menos quedarse quieto e indefenso ante el monstruo invencible de la realidad, o caer en el error de intentar combatirlo con sus propias armas.”

                                                                       
                                                                                     Absolución, de Luis Landero.