Hoy he estado pensando en si algún día cinco me ha pasado algo
importante o que merezca la pena recordar. No. Tampoco un siete. Pero sí en
septiembre. A mi hermana hoy, hace dieciocho años, le quedaban 15 días para
conocer al que sería el hombrecito de
su vida. A mí, que tenía entonces siete años, me quedaban también 15 días para
conocer al que es hoy, sin ninguna duda, el hombre de mi vida. Y al que lo será
siempre. A veces me sorprendo con lágrimas en los ojos cuando veo fotografías
de cuando era pequeño. Sobre todo esas en las que sale con un pantalón de pinza
corto negro y una camisa azul celeste. También con una esclava de oro enterrada
entre la carnecita de sus diminutas muñecas. Lo quiero; lo quiero mucho. Y a
veces, cuando una está irascible y susceptible, mira a su derecha y en su corazón afloran los más bellos sentimientos; un
amor como pocos: puro, noble, incondicional y desinteresado. Un amor por el que
merece la pena vivir y morir. En la piel.
Ya es Gerardísimo y para mí siempre será Gerardito.
¡¡Al fin!! Me encanta ver esto. No solo por lo bonito que es por fuera, sino por lo que sé que significa para ti y las ganas que tenias. Sentimiento que sin duda transmites en esta entrada.
ResponderEliminarMe encanta.