He
vuelto a toparme con un poema de Ángel Campos Pampano y un fragmento de Luis
Landero mirando algunos retales que
tengo guardados en la carpeta de mi ordenador que se titula “Blog”. Ahí tengo
apuntes inéditos, sentimientos convertidos en letras, recuerdos traídos a la
memoria en días en los que la nostalgia tiñe de gris nuestras vidas, notas
sobre viajes y días señalados,
esbozos de ideas jamás llevadas a cabo, escritos sobre el tiempo, la vida, la
amistad y el amor. Supongo que, como decía ayer Susana Szwarc, también podemos
escribir sobre objetos menos
universales y abstractos, sobre asuntos concretos y nimios como una flor o una cebolla.
De este modo, podríamos decir que para escribir solo hace falta observar y
asistir al espectáculo del mundo, como asegura Luis Landero; para contar solo
hace falta vivir, como sentenció también este en el Instituto de Lenguas Modernas
el Día de las Letras en Cáceres: “de vivir lo leído a contar lo vivido”. Yo
tengo siempre la impresión de leerme en
cada uno de los fragmentos que leo, en cada verso que admiro, en cada texto que
miro. Supongo que es por eso por lo que me entrego siempre al placer de las
letras y por lo que intento escribir un poco cada día, aunque sean textos sin
sentido y sustancia. Supongo que haber estudiado Filología Hispánica me ha
brindado la oportunidad, no solo de conocer la historia de nuestra lengua y
nuestra literatura, sino de amar y respetar profundamente la lectura y la
escritura, de querer tener cada libro que me recomiendan, de emocionarme cuando
me parece que un verso habla de mí, de mi mundo y de mi manera de ser y sentir;
de mi manera de existir.
De
encontrar sentido a todo cuando parece que nada lo tiene a través de las
palabras, porque a mí me
parecía que con aquel libro era bastante para toda la vida, y no hacían falta
ya más libros, como tampoco los enamorados de verdad necesitan de ningún otro amor.
A
veces sólo un gesto es suficiente
para
salvar el día.
Y
escribir tal vez es ese gesto
que
prolonga el latido de los pulsos
hasta
la sed secreta de los párpados.
Escribir
tal vez sea extraviarse en el canto
más
oscuro, en la memoria extrema
de
la noche adentro, donde el hombre
ignora
su derrota, las formas del cansancio,
el
cuerpo del amor que ya no reconoce.
Escribir
tal vez sea comparecer ante los otros
con
los ojos más limpios, indefenso,
y
vacías las manos, sin dispersar la voz,
respirar
con sosiego bajo el agua.
No
hay otro modo de mirar las cosas
sin
perderlas del todo.
Ángel Campos Pámpano
La poesía me hizo fuerte y me asignó un
lugar en el mundo. Aquello era casi como ser abogado, y me hubiera gustado contárselo
a mi padre, para que por una vez se sintiera orgulloso de mí. Ya no me preguntaba
si pertenecía a la ciudad o al pueblo, o si yo era obrero o estudiante, o si
mis verdaderos amigos eran los finos o los bastos, porque ahora mi sitio estaba
en otra parte: un pequeño reino que ya no era del todo de este mundo, y en el
que yo vivía a salvo de contradicciones y amenazas. A salvo por ejemplo de los
amigos que por su posición social, por sus artes mundanas, por su labia, por
sus músculos, por la elegancia en el vestir, ejercían su poder sobre mí,
relegado siempre a los últimos puestos de la tribu, y en la que ahora mi papel
de poeta me concedía un rango aparte en la escala jerárquica, supongo que el de
hechicero o cosa así.
A salvo también, o al menos no del todo
indefenso, del desdén de las muchachas de las que me enamoraba sin remedio y
por las que sufría hasta la postración, porque ahora tenía el orgullo y el secreto
poder de los versos, y por supuesto de la Amada, cómo no, al lado de la cual
todas las otras, por hermosas que fuesen, eran solo una sombra, un simulacro,
un puñado de calderilla y poco más. Y lo que son las cosas, parecía una
invención inofensiva e inocente, una tontuna de muchacho, y sin embargo aquella
Amada de ficción resultó ser la verdadera, la perdurable, el único amor
auténtico que he llegado a conocer en la vida.
Luis
Landero
No hay comentarios:
Publicar un comentario