Pues
sí, otro adiós, el que le damos a Pablo García Baena
en una fría noche de invierno como hoy.
La mermelada duró más que el
amor...
no tendré que bajar ya por la
confitura.
Chillan los gorriones no
informados:
¡Levantaos amantes que dormís las
mañanas frías!
Terminaron los desayunos para
dos.
Vuelve a tu duro pan de
solitario.
II
Creció la zarza ardiente del
silencio
signaron hojas los gastados
labios,
quemaron las palabras sin
decirse.
¿Por qué no hablaría yo?
Gustavo Adolfo
desde el visillo trémulo
apuntando
el llameante aullido silencioso.
III
¿Proust otra vez ? Guermantes,
vano nácar del tiempo, los
biombos
de olvido desplegando fastos...
¿Eres tú o una sombra que cuenta
lo de otros?
Sentimientos en eco,
hay lejanas levitas en lo que
dices,
pasos que no son tuyos resonando
por galerías de espejos,
muselinas,
frutales cornucopias de
alucinante alinde
donde no te reflejas...
Caiga al fin el guarnido cortinón
escarlata.
IV
Llegó el derribo urgente y
necesario.
Quedan las cartas. Quema las
cartas,
velador giratorio que consultas a
veces
en busca del secreto.
Infinitud de amor: están los
cedros
dando su sombra al músculo del
lince,
pájaros, lluvia, nardo asirio,
huerto
terrenal siempre.
Incierto encuentro, realidad fue
sólo
las escritas palabras, tal la
lápida.
Allí surges de nuevo, allí te
tengo
criatura del amor ,
naciendo entre las valvas
venéreas de las olas.
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