domingo, 31 de diciembre de 2017

Feliz vida

En mi entrada anterior aludía a la costumbre de predicar buenos deseos siempre por estas fechas. No está mal, mejor que no hacerlo nunca es, pero también peor que hacerlo siempre. Mucho peor que desear a todos los que queremos de verdad, los 365 días del año (366 si es bisiesto), amor, felicidad, buen sexo y larga vida.

También acostumbramos a hacer balance de todo un año en los últimos siete días de este, como si así los errores fuesen a enmendarse solos, las cosas buenas a suceder de nuevo y las malas a desaparecer para siempre. Por favor, ¿qué gilipollez es esta?

No cerramos el año hoy, domingo, con la pretensión de ser mejores y terminar las cosas que nunca empezamos, será mañana, lunes, cuando intentemos hacer realidad los propósitos del día anterior; cuando juremos dejar atrás los vicios y malos hábitos para empezar una vida abstemia en todos los sentidos. Por favor, ¿quién quiere empezar una nueva vida así? Y más un lunes…

¿Existe de verdad una frontera tan abismal entre el 31 y el 1?, ¿de verdad la ilusión, las ganas y la pasión son como un robot al que se le van acabando las pilas a medida que el año llega a su fin, para empezar con ellas cargadas el día 1? Por favor, ¿qué gilipollez es esta?

A mí no me gustan los balances. Lo que sí me gusta es recordar todos los días lo mejor de todo un año, no solo el día que cierra los 364 anteriores ─¿no será bisiesto este año, no?─. Por eso hoy no tengo más presente que nunca todo lo que he aprendido y desaprendido, todo lo que he leído, todo lo que he besado, todo lo que he reído, todo lo que he conseguido, los sueños que se han cumplido, los que no y los que están aún por cumplirse. Todo lo que he hecho y lo que todavía está por hacer. Por eso hoy lo único que quiero es tener la certeza de que mañana va a ser todo exactamente igual, aunque tengamos que sustituir el 7 por el 8 en documentos oficiales, exámenes y en los préstamos de la biblioteca.

Pues eso, mis mejores deseos siempre para ti, que ahora estás leyendo esto. Feliz día, año y, sobre todo, vida.

Mira, no pido mucho,
solamente tu mano, tenerla
como un sapito que duerme así contento.
Necesito esa puerta que me dabas
para entrar a tu mundo, ese trocito
de azúcar verde, de redondo alegre.
¿No me prestas tu mano en esta noche
de fin de año de lechuzas roncas?
No puedes, por razones técnicas.
Entonces la tramo en el aire, urdiendo cada dedo,
el durazno sedoso de la palma
y el dorso, ese país de azules árboles.
Así la tomo y la sostengo,
como si de ello dependiera
muchísimo del mundo,
la sucesión de las cuatro estaciones,
el canto de los gallos, el amor de los hombres.

                                                                       “Happy New Year” de Julio Cortázar.


Ah, y poesía, mucha poesía para todos.


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