sábado, 9 de diciembre de 2017

Otra vez libros

Hay una cosa que casi siempre (me) pasa cuando visito esta librería. Lo que ocurre es que, entre los miles de libros que pueblan las estanterías, aparece un nombre que se corresponde con el de un autor de cuya existencia no tenía idea hasta que alguien me lo ha presentado o mostrado, o con el de un autor en el que estoy más interesada en un determinado momento por “X” razones. Como cuando encontré en la librería aAaaa (situada en la plaza alta de Badajoz) una antología de Claudio Rodríguez, a quien conocía desde no hacía mucho tiempo. También dos libros de Ángel Campos Pampano, autor al que empecé a acercarme más después de saber que uno de mis profesores de secundaria en el IES Puente Ajuda de Olivenza y otro de la Facultad de Filosofía y Letras de Cáceres, guardaban una estrecha relación con él. Así con más de uno, claro. Y es que muchos de mis libros los he adquirido en esa librería de la Alcazaba que destina el dinero de las ventas a causas benéficas. Íntegro; lo he dicho aquí en más de una ocasión. Hoy —ya ayer. Siempre escribo tarde, mientras la gente ocupaba las mesas con tazas de chocolate caliente y churros, yo, sentada en el suelo de nuevo, buscaba en las estanterías algún libro que pudiera interesarme. Nueve: La insolación de Carmen Laforet, Escalera hacia el cielo de Luis Goytisolo, El Rito de José Antonio García Blázquez, una antología de los cuentos de Julio Cortázar, Los miserables de Víctor Hugo, Una oración por Nora de Javier Cercas, Formas aladas de José Antonio Iglesias —he encontrado esta noticia en la que se recoge información de la publicación de este poemario de un autor al que también desconocía: http://www.diariodeleon.es/noticias/cultura/jose-antonio-iglesias-presenta-artemis-poemario-formas-aladas_683025.html—, Solo Hamlet solo de Miguel Murillo, y alguno más. Sí, como oís. Para mí ha sido una casualidad maravillosa encontrar, mientras dos parejas de señores mayores hablaban de una mujer que se quitó las bragas delante de su chófer, la obra de un autor al que he tenido el placer de escuchar hace una semana y media y del que quería leer un libro a pesar de no tener ninguno. Ahora sí; ahora tengo uno. Uno de los señores se giró para decirme, entre risas, “no es lo que parece”. Estuve a punto de decirle que sí, que sí era lo que parecía, que tenía un libro de Miguel Murillo en mis manos, pero, en lugar de esa tontería, le sonreí, porque, de verdad, no me importaba en absoluto la historia sexual de aquella mujer con su chófer. Mis ojos estaban fijos en una de las baldas más bajas de la estantería, cuando, al leer “Murillo”, avancé unos pasos para retirar el libro que cerró mi compra de hoy, o ya de ayer, 8 de diciembre de 2017. Para retirar el que fue el noveno; como hoy, que ya es nueve.  

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