deben ser los centros educativos y las universidades según Juan Ramón
Jiménez, quien murió, en un día como hoy, hace cincuenta y nueve años.
Es fácil decir algo cuando te apoyas en palabras ajenas, sobre todo cuando
estas provienen de alguien con la talla intelectual como la del autor citado
anteriormente. Juan Ramón Jiménez afirmó
que la única manera de vivir de verdad es trabajando en lo que a uno le gusta:
Nadie debe
trabajar más que en lo que le gusta. Esa es la idea final del mundo. Que todo el mundo acabe por
trabajar solo en lo que le gusta. Esa es la única manera de trabajar (…). Si
todos (…) trabajásemos con poesía.
Es decir, con un “trabajo
gustoso”, como él mismo refiere. Y es en “El trabajo gustoso” de Miguel Ángel
Lama donde leí esta cita de Juan Ramón Jiménez que ahora reproduzco y que me
hace pensar en mis dos meses escasos como pseudoprofesora:
La
unidad de avance entre maestro y discípulo es el secreto más pródigo de la enseñanza. Si no existe esa unidad,
poca ilusión puede haber en uno ni en otro; y si no hay ilusión en ellos, la
enseñanza y el aprendizaje no existen […] Lo importante de la enseñanza es la
calidad que se destila por el maestro en el espíritu del estudiante y la
calidad de la exigencia de este; gotas de oro, chispas de diamante y mucho
espacio y mucho tiempo para colmar despacio la vocación.
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