En una conversación de
no hace muchos días decía que somos, principalmente, los filólogos los que
tenemos que defender la literatura como un bien social y cultural que nos
permite, entre otras cosas, conocer épocas gloriosas del pasado y establecer
analogías con lo presente. Como respuesta recibí: “la sensibilidad del que ama
la literatura es impagable”. Suscribo estas palabras. Hoy no imagino mi vida
sin una novela o un poema que me hagan soñar despierta. Tampoco imagino una
tarde lluviosa de invierno sin un buen café y un libro cerca; ni un paseo por
un parque de ensueño con unos versos como único acompañante. Me he sentido más
veces identificada con el personaje de un relato o con la composición de un
poeta que con personas y circunstancias que envuelven mi vida.
Como dijo Cortázar: “nuestra
verdad posible tiene que ser invención, es decir, escritura, literatura…”. Sí, nuestra
verdad posible tiene que ser invención.
Ahora leo un poema de este autor y un
fragmento del capítulo 7 de su obra magna, Rayuela. Un placer sumergirse en estos mundos…
Toco tu boca
Toco tu boca, con un dedo toco el borde
de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez
tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y
recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo, la boca que mi mano elige y
te dibuja en la cara, una boca elegida entre todas, con soberana libertad,
elegida por mí para dibujarla con mi mano en tu cara, y que por un azar que no
busco comprender coincide exactamente con tu boca que sonríe por debajo de la
que mi mano te dibuja.
Me miras, de cerca me miras, cada vez
más cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más de cerca y
los ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se
miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente,
mordiéndose los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, jugando en
sus recintos donde el aire pesado va y viene con un perfume viejo y un
silencio. Entonces, mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente
la profundidad de tu pelo mientras nos besamos como si tuviéramos la boca
llenas de flores o de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura. Y si
nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber
simultáneo del aliento, esa instantánea muerte es bella. Y hay una sola saliva
y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mí como una luna
en el agua.
After
such pleasures
Esta noche,
buscando tu boca en otra boca,
casi creyéndolo,
porque así de ciego es este río
que me tira en
mujer y me sumerge entre sus párpados,
qué tristeza nadar
al fin hacia la orilla del sopor
sabiendo que el
placer es ese esclavo innoble
que acepta las
monedas falsas, las circula sonriendo.
Olvidada pureza,
cómo quisiera rescatar
ese dolor de Buenos
Aires, esa espera sin pausas ni
esperanza.
Solo en mi casa
abierta sobre el puerto
otra vez empezar a
quererte,
otra vez
encontrarte en el café de la mañana
sin que tanta cosa
irrenunciable
hubiera sucedido.
Y no tener que
acordarme de este olvido que sube
para nada, para
borrar del pizarrón tus muñequitos
y no dejarme más
que una ventana sin estrellas.
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