lunes, 12 de junio de 2017

No encontré flores para mi padre

Nunca le gustaron. A mí tampoco. Decía que cuando faltase no quería que nadie fuese a llorar al cementerio ni gastase su dinero en flores; flores, algo que, tanto a mí como a él, nos parecía efímero, caduco y absurdo. Todo esto me lo contó mamá cuando ya te habías ido, sin embargo, yo, desobedeciéndote-una vez más- y yendo en contra de mis principios -otra vez más-, solía ir a visitar tu tumba para ponerte un pequeño centro de claveles rojos y blancos. Siempre rojos y blancos. Todo por una razón. Eran las únicas flores- desconozco el motivo- en las que te seguía viendo, en las que sentía que seguías existiendo. Claveles rojos y blancos; siempre rojos y blancos. Esto, también, por una razón.

También, siempre, cogía una de las flores rojas que formaban el ramo y la depositaba en el monumento en honor -y recuerdo- a los caídos en la Guerra Civil española. Cuando volvía, el clavel seguía allí -ya seco, muerto- o había decidido volar, como tú hace casi cinco años. En aquellos momentos recordaba todas las historias que mamá y tú me contabais sobre aquellos años difíciles. Imaginaba que me las seguías contando, y que así sería siempre. Te imaginaba con cinco años más, con tu poco pelo aún más cano, tu camisa a cuadros y aquellos pantalones agarrados siempre con una cuerda a modo de cinturón.  



No encontré rosas para mi madre, J. A. García Blázquez

No hay comentarios:

Publicar un comentario