Ahora
sientes la necesidad de volver a todos aquellos lugares que, durante algunos
años, te hicieron inmensamente feliz; sientes la necesidad de volver a pasear
una tarde lluviosa por aquel universo en ruinas y sentir con tus manos las piedras que otros han rozado. Y te
imaginas cuántos seres han disfrutado de lo mismo que estás disfrutando tú
ahora; de algo tan pequeño e insignificante para muchos y tan grande y especial
para tantos. Y deseas subir y bajar, pasear por aquel pequeño bosque que fue hogar
y refugio cuando nada más lo era. Y por aquellas calles pérdidas de las que
desconoces el nombre. Pero no, no hay tiempo. No lo hay. Tampoco llueve ni hace
frío. Y ahora, nada; nada es lo mismo.
Nada es lo mismo
La lágrima fue dicha.
Olvidemos
el llanto
y empecemos de nuevo,
con paciencia,
observando a las cosas
hasta hallar la menuda diferencia
que las separa
de su entidad de ayer
y que define
el transcurso del tiempo y su
eficacia.
¿A qué llorar por el caído
fruto,
por el fracaso
de ese deseo hondo,
compacto como un grano de simiente?
No es bueno repetir lo que está
dicho.
Después de haber hablado,
de haber vertido lágrimas,
silencio y sonreíd:
nada es lo mismo.
Habrá palabras nuevas para la nueva
historia
y es preciso encontrarlas antes de
que sea tarde.
Otro tiempo vendrá
Otro tiempo vendrá distinto a éste.
Y alguien dirá:
«Hablaste mal. Debiste haber contado
otras historias:
violines estirándose indolentes
en una noche densa de perfumes,
bellas palabras calificativas
para expresar amor ilimitado,
amor al fin sobre las cosas
todas».
Pero hoy,
cuando es la luz del alba
como la espuma sucia
de un día anticipadamente inútil,
estoy aquí,
insomne, fatigado, velando
mis armas derrotadas,
y canto
todo lo que perdí: por lo que muero.
Y alguien dirá:
«Hablaste mal. Debiste haber contado
otras historias:
violines estirándose indolentes
en una noche densa de perfumes,
bellas palabras calificativas
para expresar amor ilimitado,
amor al fin sobre las cosas
todas».
Pero hoy,
cuando es la luz del alba
como la espuma sucia
de un día anticipadamente inútil,
estoy aquí,
insomne, fatigado, velando
mis armas derrotadas,
y canto
todo lo que perdí: por lo que muero.
Ángel González
Cerrar
los ojos, mirar las estrellas y sentir que el cielo está cerca es lo único real
en estos momento, porque ahora, nada es
lo mismo.
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