martes, 27 de marzo de 2018

El poder de las palabras


Me sigue pareciendo increíble el poder que tienen las palabras para hundirnos en el fango (yo diría mierda, pero tengo que empezar a ser más comedida, a hablar mejor) o para salvarnos y poner a resguardo nuestra autoestima. Sobre todo en tiempos de tormenta. Lo que me parece más increíble aún es que, la mayoría de las veces, nuestro estado de ánimo y nuestro bienestar dependan directamente del poder que ejercen estas sobre nosotros. A veces también de su ausencia cuando hubo tiempo de decirlas (“¿qué mal suena esto, no? Ya no solo no sabes hablar, Mabel; tampoco escribir”). Ahora, no sé por qué (o sí), recuerdo una representación (Tabú) que vimos Jorge y yo en “La Malhablada” cuando, hace cosa de un mes, estuvimos en Salamanca. Los actores se pasaron los quince minutos que duró la representación lamentándose por todo aquello que querían y debieron decir pero que sin embargo callaron. Así, sin comas. A lo mejor no fue una decisión tan desacertada, mira tú por dónde. Sí, sí que lo fue, “¿qué cojones dices, Mabel? Uy, vuelvo a ser una malhablada”.

No estaba yo en estas cuando J. y P. me han contado hace un rato, en la cuarta mesa de la BC, que María del Carmen Martínez Bordiú ha solicitado la sucesión en el título de Duque de Franco, con Grandeza de España, tras el fallecimiento de su madre, Carmen Franco Polo, el pasado 29 de diciembre. Así lo recoge el BOE publicado ayer, 26 de marzo. “No me deis la mañana, os lo pido por favor”, ha sido mi respuesta que, ellos, han acogido entre risas.  Pues sí, estaba yo asimilando tan desagradable noticia (lo siento mucho) y tan infames palabras (lo siento mucho otra vez. “No mientas, Mabel. No lo sientes nada”) cuando he recibido un correo. “No, no, no, no. No puede ser” decía mientras daba saltitos en la silla de madera ante la atenta mirada de J. Cuatro líneas de felicidad (en el móvil más); 94 palabras leídas y releídas hasta la saciedad, con la emoción del enamorado cuando recibe un mensaje de su amada; con el mismo brillo en los ojos y la mismas ganas de comerse el mundo; con la cabeza perdida y viajando a cualquier mundo posible, excepto al que le ofrecen los apuntes que, de la novela picaresca, tiene delante. 

Ya (se) lo decía yo el otro día: "Son las pequeñas cosas que dan sentido a la vida. El afán, la pasión y las ganas; la escritura y la literatura. "
El poder y la sugestión de las palabras; el maravilloso mundo de las letras.

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