Hoy,
mientras David desbloqueaba su móvil para acceder a youtube y poner la música
que siempre pone cuando bajamos al depósito 3.2 (BC3, Tesis, etc), yo echaba un
vistazo a los libros de la primera estantería. He encontrado varios de mi
interés (parece que todos son de mi interés siempre), pero me he fijado,
especialmente, en una “pequeña” colección titulada Premios Max Aub (a lo mejor no es este el título exacto). En uno de
estos he leído el nombre de Juan Gil-Albert. Cuando he subido, ya instalada de
nuevo (por poco tiempo) en la mesa que llevo ocupando desde noviembre, todos
los días de 12:00-15:00 (en octubre de 18:30 a 21:30), he buscado información
de este autor de la primera mitad del siglo XX. “Anda, si murió el mismo día
que tú cumplías dos años”. Ya no me siento tan mal cuando leo un nombre que
desconozco y lo único que puedo decir es que no, que me suena pero que no lo conozco; que no he leído nada de él. “Ya sí,
Mabel, ¿o es que esta tarde es nunca?”
Pues eso, que ya no me siento tan mal; lo tomo como una oportunidad que me regala
la vida para aprender algo nuevo y acostarme ese día con mejor sabor de boca. Y
para levantarme al día siguiente sabiendo que soy aún más ignorante, porque siempre voy a
desconocer más de lo que me gustaría, más de lo que sé. Pues eso, Juan-Gil
Albert, un libro, más libros, un depósito que huele a hogar y una tarde fría de
marzo con sabor a poesía.
Las
mentiras
Tema para una canción
No puedo sino amaros
estrujando vuestras veleidosas
acechanzas
sobre mi pecho estremecido,
porque ¿de qué otra cosa podría
vivir?
Recordar la vida pasada
es como regar el huerto de vuestras
sombras,
y suspirar por algo desaparecido
es levantar las ciegas estatuas de
un jardín.
El desvarío es grande
e insensata la índole de mis
sentimientos,
mas cuando un hechizo obra sobre un
corazón,
¿quién puede disiparle esa áspera
pena?
Verdad, verdad deseada,
en los labios engañosos del mundo
paréceme escuchar como posible
el eco de tu clemencia.
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