martes, 24 de diciembre de 2019
Siete
miércoles, 11 de septiembre de 2019
Son tiempos difíciles para los soñadores
lunes, 2 de septiembre de 2019
De los recuerdos (2)
Hoy, después de muchos años, he vuelto a nuestra pequeña parcela. Cuando mi madre me propuso ir esta mañana, no dudé ni un solo segundo. A raíz de mi "viaje al pasado", me he dado cuenta de lo curioso que resulta el mecanismo de la memoria; de cómo hace y deshace a su antojo con nuestros recuerdos. Solo así podría explicar cómo aquellos recuerdos que siempre creí nítidos y certeros, se desvanecen con el paso del tiempo para confirmar mi error. Es por eso por lo que me sorprende haber comprobado que la antigua furgoneta que ocupa parte de nuestra tierra es azul y no beig. Es por eso por lo que tampoco recordaba que mi padre plantó allí uno de los últimos árboles de navidad que iluminó nuestra casa en fechas tan señaladas. Hoy, el pequeño pino que adornaba nuestro salón hace algunos años, se ha convertido en un enorme árbol que ha crecido con el paso del tiempo. También he visto cómo se ha secado el estrecho canal en el que mojaba mis pies en las calurosas tardes de verano. Todo parece haber tomado "otro color". Todo parece haber cambiado, excepto la imagen de una niña que hoy, después de tantos años, ha decidido saborear el fruto del pasado para así deleitarse con la nostalgia de una infancia jamás perdida.
Ahora recuerdo que en la primera entrada de este blog hacía referencia, precisamente, a aquellos días en los que la felicidad tenía otro sentido mucho más puro e inocente.
Aquí va:
"Recuerdo los viajes a la parcela en aquella puch condor negra y amarilla. Yo, con mis menudas y débiles manos, me agarraba fuerte a tu barriga y dejaba caer la cabeza sobre tu espalda. El viento despeinaba mi cabello negro, y a través de las pequeñas aberturas que los pelos dibujaban en mis ojos vislumbraba los campos marrones y verdes vestidos de la fruta o flor característica de cada estación del año.
Solía acompañarte los días de verano y recibía el mayor regalo que la naturaleza podía ofrecerme: un campo cálido y dorado por el sol en el que el cielo se fundía con la tierra. Era como asistir a un espectáculo mágico, cuyo acto culmen era tu aparición en escena con las herramientas necesarias para trabajar el campo; para trabajar tu campo. Yo, como la más ferviente de las espectadoras, como tu fan número uno, contemplaba cada acción desde mi palco singular: un estrecho canalillo, situado bajo una higuera, por donde manaba una corriente de agua fría; corriente que tantas y tantas veces refrescó mis pies en las calurosas tardes de verano.
Hoy, 15 o 16 años después, conservo en la valiosa cajita que es la memoria estos recuerdos como si de tesoros se tratasen. Y lo son, y lo seguirán siendo mientras conserve la lucidez.
Quizá un día de estos, aunque el agua hiele mis pies, aunque la higuera esté triste y desprovista de frutos, aunque nuestra tierra agonice sumida en la nostalgia, vuelva a ti. Quizá un día de estos, aunque tú no estés, yo vuelva, y nos vea allí a los dos: a ti, trabajando tus tierras, y a mí, admirándote de nuevo, como siempre".
viernes, 30 de agosto de 2019
Luz(es)
En la consulta del médico.
-Menos mal que de vez en cuando me visitas y pones un poco de luz a todo esto.
jueves, 29 de agosto de 2019
Vendrán días
"Déjame desnudo de recuerdos, no los necesito" decía Manolo García en una canción que he vuelto a escuchar hoy, después de un tiempo.
viernes, 2 de agosto de 2019
27/1
viernes, 26 de julio de 2019
Compañero del alma, tan temprano
Gestos paralelos
Una siempre compra un cupón con la esperanza inútil de que le toque, aunque sepa de antemano que las posibilidades son mínimas. Más aún cuando un miembro de la familia ya "ha sido premiado". Aun así, se acerca al pequeño stand del cuponero y, a modo de ritual, pide uno acabado en 47. Después ve otro número que le gusta y decide comprarlo también. Cuando se monta en el coche, pone los dos cupones boca abajo y le dice a su madre que escoja uno. Antes de hacerlo, contesta: "Lo que tú estás haciendo ahora me lo hacía siempre tu padre. Compraba dos cupones, uno para él y otro para mí, y me hacía escoger, sin mirar el número, entre uno de los dos". Para quien aprecia tanto los detalles y para quien viva la vida sin más pretensión que la de ser feliz a partir de lo meramente cotidiano, unas palabras que aparentemente no tienen la menor importancia, se convierten en un regalo capaz de cambiar el color del día. Me gusta saber, casi siete años después de su partida, que compartimos algunos gestos. Insignificantes, pero gestos.
lunes, 15 de julio de 2019
Resulta extraño
lunes, 8 de julio de 2019
No deja de sorprendernos, no.
lunes, 17 de junio de 2019
Retales
domingo, 28 de abril de 2019
Felicidades, papá
Delcalza
el agua tibia del verano
mojaba tus pequeños pies
bajo la sombra de una higuera.
Entonces tú me mirabas
con la sonrisa
cansada y dulce
de quien nada teme
de quien nada espera.
Entonces tú me mirabas
con la certeza de que el tiempo
nos regalaría la oportunidad
de vernos siempre
con los mismos ojos.
El sol era otro
y la vida se antojaba entonces
hermosa y apacible.