jueves, 5 de abril de 2018

En la memoria de la piel


Es curioso cómo una canción, un poema, un lugar, un olor, un beso, un abrazo, una situación o una fecha, te permiten retroceder en el tiempo como si la vivencia de ayer fuese la misma que la de de hoy, que la de ahora. Así con Adolescente fui en días idénticos a nubes o con el soneto XXIII de Garcilaso, su composición más conocida. Universal y actual, diría yo. También el olor a tierra mojada, o la fragancia de un perfume que se queda impregnada en el aire cuando un desconocido pasa por tu lado y te permite volver a otra persona. O cuando regresas a aquel lugar que sigue siendo el mismo, a pesar de que las personas que lo ocuparon un día ya no lo sean o no estén. Así hoy cuando he vuelto a escuchar “Entre las nubes” y “En blanco y negro” de Revolver. Me he situado de nuevo en una butaca del Gran Teatro de Cáceres con E., C., A., L. e I. Y es curioso, porque a medida que escuchaba esta última canción, mi cabeza ha empezado a reproducir una situación y una sucesión de escenas inventadas (como si se tratase del videoclip de la canción, siguiendo, literalmente, la letra y el sentido de esta) en la que todos los elementos, lugares y personas que aparecen, están teñidas del color de las fotografías antiguas, excepto el carmín de sus labios. También es poesía escuchar cierta música. Y, por supuesto, también son poemas ciertas canciones.

Oye, ¿qué haríamos sin la memoria?, yo no lo sé, la verdad.

Ahora me acuerdo de una canción que escuché hace unas semanas, cuando todavía funcionaba la radio del coche. “En la memoria de la piel”, de Rosana.

No hay comentarios:

Publicar un comentario