jueves, 2 de noviembre de 2017

El fulgor del relámpago

Hay noticias que te dejan de piedra, que hacen que te replantees tu vida, tu ser y estar en este mundo. No es algo que ocurra todos los días casi todos pero, cuando ocurre, arrastra hasta lo más certero. No es justo que pasen estas cosas…

Ahora antes— escribo en el banco de un parque con un delicioso ruido de fondo, el del agua corriendo por los estrechos canales —pienso: “tienes que comprar ya otra libreta; solo te quedan tres páginas en blanco”—. De vez en cuando se desliza una gota de agua desde el árbol que me reguarda de la lluvia hasta mi cuaderno, para emborronar y difuminar la tinta negra que da vida a estas letras. Me gusta, pero hacía tiempo que no venía a este lugar que tanta paz me trasmite en días de tormenta. ¿Por qué nos negamos continuamente aquello que nos produce bienestar y gusto? Vivimos bajo el yugo de la mediocridad y nos autoconvencemos de que es así realmente como nos gusta vivir. Rechazamos determinados placeres por convención y no por convicción. Somos hipócritas con nuestras vidas, con nuestros sentimientos y con nuestra forma de ser y existir.

Hoy no, hoy vuelvo a sentarme frente a mí para recordarme que, por muy tópico que suene, vida solo hay una, por eso hay que disfrutar de una tarde de lluvia bajo un techo de hojas verdes, de un apacible paseo por un paraje de ensueño, de un café bien caliente, de un momento de lectura y escritura, de una biblioteca desconocida, de un verso, de un poema, de unos ojos que son poemas, de un poema que habla de unos ojos, de un abrazo, de un beso, de una mirada…por eso observo cómo dos amigos se funden en un abrazo mágico, cómo una chica fotografía, clandestinamente, a otra que camina y lee, cómo una pareja de ancianos demuestra su amor en público, cómo la tormenta es hermosa si sabemos ver que, como todo en la vida, es temporal, efímera.

Es por eso por lo que he decidido que a partir de ahora diré más veces te quiero, no diré “no” a una cerveza con amigos poniendo de excusa el cansancio, apreciaré la belleza de un amanecer, la magia de un atardecer y la inmensidad de un anochecer. A partir de ahora haré saber siempre a las personas que me importan cuánto me importan.

A partir de ahora, porque llegará el día en que el destino nos niegue todo esto; llegará el día en que no podamos ser de verdad. Llegará. 







Eloy Sánchez Rosillo

Jaime Gil de Biedma

Luis Alberto de Cuenca

Antonio Machado


No hay comentarios:

Publicar un comentario