Es “cuando el pensamiento se hace palabra o cuando la palabra va
marcando el pensamiento”, en ese Entonces,
“cuando el mundo se convirtió en el mundo”.
Este año se celebra el 25 aniversario (la edad que una gasta) de las “Aulas
Literarias”, iniciativa puesta en marcha, en su día, por Ángel Campos Pampano,
que falleció un 25 de noviembre de hace
9 años. Supongo que esto no es casualidad. No, no lo es. Su nombre ha salido
varias veces en la intervención de Jordi Doce, ganador del I Premio Nacional de
Poesía Meléndez Valdés y autor que ha abierto el ciclo de conferencias en el
Aula Literaria Díez Canedo de Badajoz. Ha sido conmovedor escuchar, un día
antes del aniversario de la muerte de Ángel Campos, que este no vivía la poesía
como un ejercicio de estar encerrado en casa con bolígrafo y papel, sino como
un fenómeno, como una dimensión social que permitía también a los demás
encontrar su voz y su espacio, su lugar en el mundo. Ha sido amable también encontrar
caras conocidas —pocas—
(E.M. Y E.M.; no es un error, coinciden las iniciales de sus nombres y primer
apellido) y es curioso, como le comentaba a J., saber de la existencia de gente
que no sabe siquiera que tú existes. Ha sido increíble establecer analogías —estúpidas, seguro— entre Jordi Doce y Gil de Biedma cuando,
en la presentación de su obra literaria, se ha leído un fragmento de Perros en la playa en el que Jordi habla
del “elogio de la lentitud” en el proceso de creación y de escritura. Esto
mismo está en el prólogo de Las personas
del verbo —maldita sea, Mabel; tienes
el libro en Cáceres—. También me ha llamado la atención observar
cómo el penúltimo poema de su último libro, No
estábamos allí, se titula “De vita beata”. Cuando ha llegado el turno de ruegos y preguntas me he atrevido —qué osada — a preguntarle si, como todo buen escritor, es deudor —me he corregido después diciendo que quizá el
término era algo hiperbólico—, “o, mejor dicho, discípulo”, de los
autores que ha leído, porque me había parecido ver en su obra algunos guiños a
Gil de Biedma.
Imagino mi vida (no la imagino, es) como un cúmulo de obligaciones que
una va apartando para entregarse a actos como este, donde la poesía toma la
palabra (nunca mejor dicho). Hoy mismamente, y no solo esta tarde, pues ahora debería
estar preparando el currículum que tengo que entregar mañana y aquí estoy,
escribiendo y leyendo, como siempre. “¡Qué irresponsable has sido siempre y que
irresponsable eres, sobre todo, últimamente, Mabel”, dice mi conciencia. “¡Cállate!”,
le contesto yo.
Lo verdaderamente importante es que hay que seguir fomentando espacios fuera de
las aulas, donde, con un debate abierto, la gente con inquietudes y gustos
similares, disfrute de unos versos bien escritos y leídos.
Sí, es la maravilla y el entusiasmo lo que nos mueve y nos hace vibrar.
Y sí, la poesía sigue (re)viviendo. Y no es casualidad en un
mes en el que nace Gil de Biedma, muere Ángel Campos, y Jordi Doce habla de
ellos;tampoco lo es ante la inminencia fatal del lunes veintisiete. No lo es. No.
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