viernes, 24 de noviembre de 2017

Jordi Doce en el Aula Díez Canedo

 Es “cuando el pensamiento se hace palabra o cuando la palabra va marcando el pensamiento”, en ese Entonces, “cuando el mundo se convirtió en el mundo”.

Este año se celebra el 25 aniversario (la edad que una gasta) de las “Aulas Literarias”, iniciativa puesta en marcha, en su día, por Ángel Campos Pampano, que falleció un  25 de noviembre de hace 9 años. Supongo que esto no es casualidad. No, no lo es. Su nombre ha salido varias veces en la intervención de Jordi Doce, ganador del I Premio Nacional de Poesía Meléndez Valdés y autor que ha abierto el ciclo de conferencias en el Aula Literaria Díez Canedo de Badajoz. Ha sido conmovedor escuchar, un día antes del aniversario de la muerte de Ángel Campos, que este no vivía la poesía como un ejercicio de estar encerrado en casa con bolígrafo y papel, sino como un fenómeno, como una dimensión social que permitía también a los demás encontrar su voz y su espacio, su lugar en el mundo. Ha sido amable también encontrar caras conocidas pocas— (E.M. Y E.M.; no es un error, coinciden las iniciales de sus nombres y primer apellido) y es curioso, como le comentaba a J., saber de la existencia de gente que no sabe siquiera que tú existes. Ha sido increíble establecer analogías ­estúpidas, seguro entre Jordi Doce y Gil de Biedma cuando, en la presentación de su obra literaria, se ha leído un fragmento de Perros en la playa en el que Jordi habla del “elogio de la lentitud” en el proceso de creación y de escritura. Esto mismo está en el prólogo de Las personas del verbo maldita sea, Mabel; tienes el libro en Cáceres—. También me ha llamado la atención observar cómo el penúltimo poema de su último libro, No estábamos allí, se titula “De vita beata”. Cuando ha llegado el turno de ruegos y preguntas me he atrevido ­ qué osada — a preguntarle si, como todo buen escritor, es deudor me he corregido después diciendo que quizá el término era algo hiperbólico—, “o, mejor dicho, discípulo”, de los autores que ha leído, porque me había parecido ver en su obra algunos guiños a Gil de Biedma.

Imagino mi vida (no la imagino, es) como un cúmulo de obligaciones que una va apartando para entregarse a actos como este, donde la poesía toma la palabra (nunca mejor dicho). Hoy mismamente, y no solo esta tarde, pues ahora debería estar preparando el currículum que tengo que entregar mañana y aquí estoy, escribiendo y leyendo, como siempre. “¡Qué irresponsable has sido siempre y que irresponsable eres, sobre todo, últimamente, Mabel”, dice mi conciencia. “¡Cállate!”, le contesto yo.

Lo verdaderamente importante es que  hay que seguir fomentando espacios fuera de las aulas, donde, con un debate abierto, la gente con inquietudes y gustos similares, disfrute de unos versos bien escritos y leídos.

Sí, es la maravilla y el entusiasmo lo que nos mueve y nos hace vibrar.

Y sí, la poesía sigue (re)viviendo. Y no es casualidad en un mes en el que nace Gil de Biedma, muere Ángel Campos, y Jordi Doce habla de ellos;tampoco lo es ante la inminencia fatal del lunes veintisiete. No lo es. No.







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