El
fracaso es la única manera que tiene la vida de preguntarte cuánto deseas lo
que deseas. Y así, en múltiples ocasiones, he escuchado que quien no fracasa no
vive, y quien no fracasa se aleja del éxito. ¿Cuánta verdad hay en esto? y
¿cómo y en qué términos medimos el
éxito y el fracaso? El fracaso depende de nuestros sueños y expectativas. Así,
no solo fracasa aquel que no consigue realizar, con éxito, sus proyectos, sino también quien, sin actuar, se ve
envuelto en una espiral de infortunios que le impiden desplegar las alas; quien
sueña y espera algo y, sin actuar, ve frustrados sus deseos; quien, sin actuar,
tiene que soportar que el viento, adverso, sople en su contra.
Sí,
he fracasado; no tanto -todavía- en mis proyectos por realizar como en mis
sueños, ahora, imposibles. Ahora, frente
al silencio...
Llegar a no apreciar más que el
silencio equivale a realizar la expresión esencial del hecho de vivir al margen
de la vida. En los grandes solitarios y los fundadores de religiones, el elogio
del silencio posee raíces mucho más profundas de lo que suele imaginarse. Para ello
es necesario que la presencia de los seres humanos nos haya exasperado, que la
complejidad de los problemas nos haya hastiado hasta el punto de que ya no nos
interesemos más que por el silencio y sus gritos.
La fatiga conduce a un amor ilimitado al silencio,
pues ella priva a las palabras de su significado para convertirlas en
sonoridades vacías; los conceptos se diluyen, la fuerza de las expresiones se atenía,
toda palabra dicha u oída se desintegra, estéril. Todo lo que va hacia el
exterior, o procede de él, no es más que un murmullo monótono y lejano, incapaz
de despertar el interés o la curiosidad. Nos parece entonces inútil opinar,
adoptar una posición o impresionar a alguien; el ruido al que hemos renunciado
se suma al tormento de nuestra alma. En el momento de la solución suprema, tras
haber desplegado una energía loca para intentar resolver todos los problemas y
afrontado el vértigo de las cimas, hallamos en el silencio la única realidad,
la única forma de expresión.
Emil Cioran
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