domingo, 30 de abril de 2017

Un otoño extremeño

 Hoy mi viaje de Badajoz a Cáceres ha sido distinto. Como siempre que utilizo el autobús como medio de trasporte, intento aprovechar el tiempo leyendo, escribiendo o escuchando canciones que me inspiran y apasionan.

El viernes estuve con Carlos, Sandra y Guadalupe en la presentación de Un otoño extremeño de Mario Martín Gijón, “un viejo profesor”- como él mismo se denominó en la dedicatoria que estampó en su libro que ahora es mío- del MUFPES. Hoy he sido, quizá, un poco Thomas Jung- personaje de la novela citada anteriormente- al observar con precisión y armonía el paisaje extremeño durante una hora y cuarto – tiempo exacto que dura el trayecto Badajoz-Cáceres- mientras la lluvia adornaba la escena y deleitaba mis oídos con su sonar en el campo, como si de una melodía se tratase, invitándome así a la lectura.  Yo y mi pasión por los días lluviosos acompañados de un buen libro.

Hubiese sido precioso tener el libro a mano para ir leyéndolo mientras observaba el magnífico paisaje que la naturaleza me ofrecía un domingo a la una del mediodía, pero no, lo dejé olvidado en Cáceres y en su lugar leía la poesía de Irene Sánchez Carrón. Bien también.

En fin, no me extraña entonces que Thomas Jung se enamorara “desesperadamente de Extremadura, con un amor sin duda trágico,  porque sabía que no podía durar y que tenía una fecha de caducidad improrrogable”. A lo mejor mi amor por Extremadura tiene también esa fecha de caducidad que sentía- y decía Esteban Carrasco Villanueva, quien encuentra y traduce su diario- el investigador en patologías forestales. Como están las cosas, cualquiera sabe…

Como está el tiempo hoy en Cáceres, cualquiera podría decir, perfectamente, que Un otoño extremeño. Extrema y dura. 




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