domingo, 29 de enero de 2017

De tu vuelta a la vida

  
He oído esta historia tantas veces como otras muchas. Quizá esta con el dolor y las lágrimas de quien recuerda un suceso en su vida que desearía borrar a cualquier precio; con la rabia de quien refleja en el rostro cicatrices mucho más visibles que las físicas.

27 de enero de 1992.

Una mañana de niebla cerrada, por aquellas carreteras del diablo que dibujan el camino desde San Francisco hasta el cruce, te dirigías al trabajo cuando la fortuna quiso que ese no fuera tu cometido aquel día. Un tractor cargado de uralitas, una moto y un joven de dieciocho años, fueron los protagonistas de una trágica escena.

Fue la Anita -la taxista del pueblo- quien te encontró tirado en la carretera y te llevó, deprisa, al hospital de Badajoz.

Sonó el teléfono de casa y, a través de él, mamá recibió la horrible noticia. Estaba, además, embarazada de tres meses.

Parece retroceder en el tiempo. Ve, desde aquel lúgubre e inhóspito pasillo, a los médicos entrar en quirófano con bolsas y bolsas de sangre. Habías perdido mucha.

Nadie les decía nada. Los segundos eras meses; los minutos, años; las horas, siglos, y los días una eternidad.  

-Solo tiene dieciocho añitos- decía, desconsolada, ante el pronóstico de los médicos.

Cuatro ventanas en el corazón para que este bombeara con fuerza la sangre y no se encharcasen los pulmones. Después, una cicatriz que atraviesa el costado y llega hasta la parte posterior de la espalda, una invalidez del 33% y volver a aprender todo de nuevo: a andar, a hablar, a escribir. Aun así, nada comparable con el dolor que refleja el rostro de una madre que ha tenido que soportar el creer perdido a un hijo; nada comparable a la angustia de tener que ver un cuerpo adolescente postrado en una cama, muerto, envuelto en cables, a través de un cristal, durante casi un mes. Un cuerpo que, hacía dieciocho años, trajiste tú a la vida.

Poco antes de tu cumpleaños, en febrero, despertaste. Proceso lento pero gratificante. Papá te enseñó a andar de nuevo. Te cogía con una mano por la parte de atrás del pantalón y, con la otra, por la camiseta. Tú, seguro de que jamás te soltaría, confiabas y dabas pasos cortos y lentos, pero firmes. También fuiste recuperando la movilidad de la mano derecha.  Mamá y papá ponían un puñado de garbanzos en la mesa y los ibas arrastrando, uno a uno, con cada uno de los dedos de tu mano. Aun así, tuviste que hacerte zurdo, y aunque creo que no lo sabes y te avergüenzas, tienes la caligrafía más hermosa que he visto jamás; la de un luchador.

A los cinco meses nací yo. Hoy, no imagino mi vida si tú no estuvieses en ella. Nadie me hubiese enseñado a andar mejor que tú. De ti aprendí a dar pasos cortos y lentos, pero firmes. De ti aprendí la necesidad de formarse y aprender porque a pesar de los estúpidos tiempos que corren no hay nada mejor que saber y no dejarse engañar. De ti aprendí esas ganas de hacer de este un mundo mejor. De ti aprendí a reír, y con nadie me reiría tanto como cuando mamá insiste en que te eches una novia para que cuando ella falte tengas un hogar.

-A mi hermano nunca le faltará un plato de comida mientras yo viva -digo. Y nos reímos. Y que sea así siempre.

Hoy mamá me ha contado que tus compañeros de trabajo (celadores, enfermeros, jefes de planta) están recogiendo firmas porque un trabajador ha abandonado su puesto en el materno infantil y quieren trasladarte a ti allí, y no están de acuerdo; no están dispuestos a que te vayas. Tú ni siquiera te has manifestado, pero ya lo han hecho otros que valoran tu profesionalidad, tu buen hacer.  

Ojalá algún día pueda parecerme a alguno de vosotros.


Feliz 25 años de tu vuelta a la vida, Fay. 

jueves, 26 de enero de 2017

Víctor Infantes

Ayer, la BNE rindió homenaje a Víctor Infantes. Me hubiese gustado desplazarme a Madrid para asistir al acto, pero el estado deplorable de mi coche y las malas combinaciones de autobús y bla bla car me impidieron estar en la capital. Por suerte pude seguir la retrasmisión de este en directo por la página web de la biblioteca, pero un fallo técnico relacionado con el sónido me impidió disfrutar como hubiese deseado. Confío en que pueda verlo íntegro otro día.

Conocí a Víctor gracias a M.A., quien me animó a escribirle para obtener información acerca de una cuestión relacionada con mi Trabajo Final de Máster. No se equivocó cuando me dijo que era la voz más autorizada para aclarar mis dudas sobre el tomo V de Gallardo del que había leído algo y sabía poco. Desde el principio se mostró cercano conmigo, me llamó amiga y se puso a mi disposición. Mantuvimos una amable conversación telefónica de casi 14 minutos en la que no solo reflejó un conocimiento envidiable de la cuestión tratada, sino la pasión de quien lleva años estudiando la cultura de su país a través de los textos.

Hubiese sido un honor haberlo conocido en persona. Estaré eternamente agradecida por sus palabras y por el empujón de M.A., quien me ofreció la oportunidad de conocerlo y quien me sigue informando de cualquier asunto relacionado con él.  



Ser lírico

"Demasiado raras son las personas que pueden soportar tales experiencias hasta el fin. Siempre es peligroso refrenar una energía explosiva, pues puede llegar el momento en que deje de poseerse la fuerza para dominarla. El desmoronamiento será originado entonces por una plétora. Existen estado y obsesiones con los que no se puede vivir. La salvación, ¿no podría consistir en confesarlos? Conservadas en la conciencia, la experiencia terrible y la obsesión terrorífica por la muerte conducen a la devastación. Hablando de la muerte salvamos algo de nosotros mismos, y sin embargo algo se extingue en el ser. El lirismo representa una fuerza de dispersión de la subjetividad, pues indica en el individuo una efervescencia incoercible que aspira sin cesar a la expresión. Esa necesidad de exteriorización es tanto más urgente cuanto más interior, profundo y concentrado es el lirismo. ¿Por qué el hombre se vuelve lírico durante el sufrimiento y el amor? Porque esos dos estados, a pesar de que son diferentes por su naturaleza y su orientación, surgen de las profundidades del ser, del centro sustancial de la subjetividad, en cierto sentido. Nos volvemos líricos cuando la vida en nuestro interior palpita con un ritmo esencial."


E.M. Cioran


martes, 24 de enero de 2017

Everglow

[…]
Life as short as the falling of snow
And now I'm gonna miss you, I know
But when I'm cold, cold
In water rolled, salt
I know you're always with me
And the way you will show
And you're with me wherever I go
'Cause you give this feeling, this everglow
Oh, what I would give for just a moment to hold
YEAH, I LIVE FOR THIS FEELING, THIS EVERGLOW







Papeles


He asistido hoy a la primera sesión del “VI Seminario: Investiga tu futuro”.  Últimamente establezco estúpidas analogías si oigo, veo, leo o recuerdo algo que ya he oído, visto, leído o recordado. Aunque sea lo más mínimo, inútil o innecesario. Es así como traigo a colación textos pasados que nada tienen que ver con el seminario del que he empezado a hablar.  

En la primera comunicación nos han informado sobre las distintas becas pre-doctorales y post-doctorales que existen para todos aquellos que quieran iniciar, o hayan iniciado ya, la carrera investigadora.  En uno de mis cuadernos, el azul, he tomado nota de todo esto.

Mi mente establece una relación de semejanza cuando el 7 de octubre de 2016 y el 24 de enero de 2017 se habla de papeles. Bueno, miento, el 7 de octubre nadie habla de papeles, escribo yo sobre estos, dado mi desacuerdo con un sistema en el que se justifica quién eres y cuánto vales ante un montón de hojas llenas de tinta; y el 24 de enero la palabra papeles es sustituida por otras como producción científica, méritos académicos, etc.

Supongo que esta entrada está siendo posible gracias a esta libreta en la que, tres meses antes, en un simposio sobre Rubén Darío, escribí el texto que a continuación voy a reproducir y con el que me he vuelto a topar hoy:

“Treinta y cuatro. Treinta y cuatro contando a los profesores, organizadores del simposio, ponentes y a los alumnos. Claro, ¿qué ocurre cuando las instituciones ponen al servicio del ciudadano oportunidades culturales por el módico precio de 0 euros y la gente responde con una sorprendente ausencia, apatía, dejadez y desinterés?

Observo a las personas que están a mi alrededor para intentar despejar la duda que ha surgido en mi interior cuando he entrado en un aula despoblada de cuerpos y poblada de conocimientos. Encuentro a una joven mirando su teléfono móvil. Supongo que no ha tenido tiempo de hacerlo en los treinta minutos de descanso que acabamos de tener. ¿Qué es más importante en este momento que escuchar a especialistas de distintas universidades que vienen a deleitarnos sobre aspectos relacionados con la figura de R. Darío? Supongo que algo muy grave debe haberle sucedido para estar ocupando su tiempo en nimiedades. Su compañero, sin embargo, se mantiene firme en su asiento y de vez en cuando toma notas en un cuaderno azul de cuadros que tiene ladeado en su atril. Me desconcierta. Sería gustoso pensar que le apasiona lo que está escuchando y que con fervor apunta cada una de las palabras que salen de los dulces labios de la señora que ahora está diciendo. La fila de atrás está vacía. En la siguiente dos compañeros hablas, se ríe, comentan anécdotas del fin de semana pasado. Se quejan porque la conferenciante está superando el tiempo estimado que le corresponde (cuarenta y cinco minutos) e I.U. le pasa la mano porque desea seguir escuchando lo que su compañera tiene que contar. Se muestra expectante, como un niño ante el final de un cuento; como muchos otros estamos aquí. ¿Es cuestión de tiempo el conocimiento y la cultura?, ¿se mide entonces  con un reloj?, ¿cuáles son sus límites?, ese es el problema del sistema educativo de ahora. Se ofrecen cursos en los que se gratifica al alumno con créditos y diplomas que en un futuro van a servirles, supuestamente, para engrosar un currículum. Eso somos, papeles. Un puñado de folios. No somos conocimientos, ni cultura, ni ganas de aprender, saber y descubrir. Somos una lista de cursos, másteres, idiomas, publicaciones…y por eso estos simposios están llenos de gente desinteresada en conocimiento e interesada en papeles.”  


Si comparamos el número de asistentes a este congreso con el que han tenido otros como el de Transversales, por ejemplo, lo podríamos considerar un éxito absoluto, pero tendremos que analizar si esto realmente sirve de algo si el alumno sabe, únicamente, que en el salón de actos se está hablando de Rubén Darío porque lo ha leído en el cartel que hay colocado en la puerta. Lo dicho, papeles.   


domingo, 22 de enero de 2017

Perdida y perdedora

Jugabas a perderte para no encontrarte nunca por miedo. Vivir no solo es a veces un acto de coraje, también lo es descubrirte y aceptar lo que estás viendo. Te escondes pero al final nada. Como si fueses un río, fluyes con el agua que te proporciona la corriente pasada para después desembocar en un inmenso mar de incertidumbres.

Hace más de dieciséis años corrías siempre en la misma dirección hasta que, cansada, te tumbabas en la arena del parque a contemplar el cielo. Esperabas, impaciente, que este se iluminase con una estrella fugaz para poder así pedir un deseo. Siempre el mismo. Una imagen mágica: la noche, tú y la inocencia. Cuando llegaba la hora de volver a casa, el miedo se apoderaba de ti. Siempre lo mismo también. Subías la barrera hasta llegar al final de la calle, y cuando doblabas la esquina, te preparabas para correr y no parabas hasta llegar a la puerta de casa con el corazón desbocado. Temías que en cualquier momento saliese alguien de aquel pequeño lugar que tú considerabas un bosque y que se situaba enfrente de casa. Imaginabas la escena de una película de terror en la que tú eras la víctima que moría a manos de un cruel asesino mientras gritabas y nadie acudía en tu ayuda. Sonreías cuando mamá o papá abrían la puerta y descubrías que nada de eso había pasado. Sin embargo, ese miedo desaparecía cuando tenías que cruzar el lúgubre bosque en las frías noches de invierno para ir a casa de tu hermana a visitar a tu primer sobrino. Supongo que el amor ha sido siempre esa fuerza que nos impulsa a hacer cosas inimaginables. Tú, entonces, estabas dispuesta a enfrentarte a cualquier monstruo con tal de empujar aquella puerta blanca y encontrarme las “encinas” más bonitas del mundo; la sonrisa despoblada de dientes que hacían que todo mereciese la pena y tuviese sentido otra vez.

Los días soleados te gustaba perderte por el campo en busca de mariposas blancas. Dicen que si pides un deseo y cruzas los dedos, este se hace realidad. Siempre el mismo también, como el día de tu cumpleaños cuando soplabas las velas.

Eras consciente del peligro que corrías y, aun así, nunca quisiste deshacerte de este deseo; siempre tuviste la esperanza que mantiene vivo el corazón de quienes, aunque saben que todo está pedido, siguen luchando hasta el final.

Jugabas a perderte y, dieciséis años después, aún no te has encontrado.


jueves, 19 de enero de 2017

Sara Mesa en el Aula José María Valverde

Esta tarde Sara Mesa ha acompañado a sus lectores en el salón de actos del Palacio de la Isla de Cáceres con motivo del veintiún aniversario del Aula literaria “José María Valverde”. César, profesor de Secundaria, describe a Sara como una “escritora potente” que en Este jilguero agenda (Premio Nacional de Poesía Miguel Hernández en 2007) busca nombrar la realidad a través de la palabra con la necesidad de evocar y escapar de su “jaula”. Dice que su poemario es una metáfora sobre la poética de la vida y que somos los lectores los que estamos en los libros que ellos escriben, y no los escritores como aseguran muchos de estos.  Sara, más tarde, trae a colación esta afirmación de César y dice que tiene razón en llamar “imbéciles” a los escritores, porque a veces piensan que lo que escriben es para ellos y que los lectores no harán una buena lectura de la obra, sorprendiéndose después. César se ríe y asegura que, aunque lo ha pensado, no ha llamado imbéciles a los escritores. 

La intervención termina con la opinión de Sara sobre la poesía. Confiesa que se enfrentó a ella con la osadía que empuja a quienes cultivan, por primera vez, el género.

Recuerdo ahora una conversación con Carlos el año pasado. En una clase vimos, casualmente, cómo se trataba el tema de la poesía en un libro de secundaria. El autor lo introduce hablando del consumo de esta: “¿qué se vende en la poesía?”. Carlos y yo iniciamos una acalorada discusión en la que él defendía que ahora todo el mundo lee poesía porque es lo más fácil y rápido. ¿CÓMO?, fue mi respuesta. Más tarde conseguimos ponernos de acuerdo. Pseudopoesía y pseudopoetas. Y que no se malinterprete esto… o sí, como prefiera el lector.

En fin, como dijo Emile M. Cioran: “Sin la poesía la realidad se desprecia”.





domingo, 15 de enero de 2017

Recuerdos


Mi hermana me ha despertado hoy a las ocho de la mañana para invitarme a recordar. Siempre la he admirado por la dedicación en su trabajo y la capacidad de adaptarse a cualquier otro. Es auxiliar de enfermería y trabaja en una residencia de ancianos en la localidad de Olivenza. Esta noche, como tantas otras antes, la han avisado para quedarse a cuidar a dos ancianos en una casa. Siempre dispuesta, y más cuando sus turnos de trabajo se lo permiten, ya que hasta hoy por la tarde no trabaja en la residencia. Aunque a decir verdad, eso nunca ha supuesto un problema para ella, porque es experta en cambiar turnos aunque luego le toque doblar. Pero no solo en el trabajo para el que se ha especializado, también en la hostelería, en la mejor fábrica de embutidos de mi pueblo, etc. En fin, lo que os decía, admirable.

A las ocho me ha escrito para decirme que, casualmente, le ha tocado cuidar a los suegros de I., profesor mío del IES Puente Ajuda en Secundaria y Bachillerato.  Antes de seguir leyendo, he soltado el móvil y, de repente, se ha dibujado una sonrisa en mi cara. Recuerdo sus clases con el cariño y la nostalgia de aquellos años adolescentes que ahora parecen quedar tan lejos. Sus inicios de clase siempre eran igual. A mí me gustaban, aunque, supongo, había quienes lo detestaban. Usaba los primeros minutos para hablarnos de coches antiguos, de los olivares que tenía en San Jorge de Alor y, a mí, me preguntaba a menudo por mi hermano Sergio, a quien había dado clases muchos años antes y quien después estudió laboratorio. Siempre le tuvo aprecio, no sé si por la estima que se tiene a quien comparte el gusto por la profesión. Recuerdo sus clases de Física y Química en tercero de ESO y las de Ciencias para el Mundo Contemporáneo en primero de Bachillerato. También recuerdo aquella excursión a Madrid en la que casi perdemos el avión, y no se me olvida la anécdota con la azafata de vuelo cuando le ofreció un refresco y unos frutos secos antes de despegar, y este le contestó: ¿no tenéis mejor un whiskyto?

Sigo leyendo. Mi hermana dice que I., le dijo que era una alumna “bastante mala y rebelde, pero que luego me volví buena” y que soy “una niña que si lo veo lo sigo saludando, otros alumnos no”. Me alegran sus palabras y volver a saber de él y me sigue gustando verlo pasear por Olivenza con su sonrisa tan particular. Y que siga siendo así por muchos años.


Gracias, Elena, por hacer posible esta entrada.  

sábado, 14 de enero de 2017

Maravillas

Una buena manera de empezar el día, como a mí me gusta. Mientras desayunaba he leído Todo está lleno de ti de Miguel Hernández. Después, he subido a la Montaña a respirar el aire puro de esta ciudad que tantas y tantas cosas me ha regalado. También le he dado de comer a Lope, un caballo al que he bautizado hoy con este nombre.  Como dijo Clara Obligado el pasado jueves en el Aula Valverde: “Lo que nos salva es la belleza. El pesimismo nos deja quietos mientras la maravilla nos mueve”.




viernes, 13 de enero de 2017

La calle está en sombras

No recuerdo exactamente qué día compré este libro, pero sé que fue en aquella librería tan particular que os describía en entradas anteriores. Sí, en la churrería-librería. Quizá fue aquel día que Marina y Fátima estaban en Badajoz y fuimos para que conocieran el local. O aquel otro en el que había quedado con unos amigos para tomar algo en el rincón nazarí, y acudí a la cita media hora tarde y con una bolsa llena de libros. Sigo sin acordarme. 

El caso es que conseguí esta joya que ahora tengo entre mis manos y me hace olvidar los días tan estúpidos que estoy teniendo últimamente. Estúpidos pero necesarios, creo. Creo o dicen. Ni siquiera creo que sea lo que yo creo. En fin, estúpidos y agotadores, más bien. 

Juego a regalarme un texto antes de irme a dormir. En la cama, sostengo el libro entre mis manos y, con los ojos cerrados, lo abro por una página cualquiera. Estoy en "Soledades, Galerías y otros poemas" de Antonio Machado. Estoy leyendo, y aunque no el "óvalo rosado de un rostro conocido", también estoy observando tras el "vídreo de equívoco reflejo".
Sí, la calle está en sombras.



Pepita Jiménez

Leía esta novela de Juan Valera el pasado 3 de Noviembre cuando me dirigía a Madrid con el departamento de Filología Hispánica y Lingüística General de la Universidad de Extremadura. Recuerdo la euforia de ese día descubriendo y redescubriendo lugares que me apasionan. Carlos y Sandra me sufrieron todo el día, y a día de hoy, dos meses después, siguen a mi lado. Increíble pero cierto.

Comparto un texto que además de copiar en mi cuaderno violeta, fotografié, como acostumbró a hacer. Tengo que retomar la lectura de una obra que me brindó muy buenos momentos y me permitió establecer analogías con algunos sentimientos y episodios de mi vida.

 “La hermosura, obra de un arte soberano y divino, puede ser caduca y efímera, desaparecer en el instante; pero su idea es eterna y en la mente del hombre vive vida inmortal una vez percibida. La belleza de esta mujer, tal como hoy se me manifiesta, desaparecerá dentro de breves años; ese cuerpo elegante, esas formas esbeltas, esa noble cabeza, tan gentilmente erguida sobre los hombros, todo será pasto de gusanos inmundos; pero si la materia ha de transformarse, la forma, el pensamiento artístico, la hermosura misma, ¿quién la destruirá? ¿No está en la mente divina? Percibida y conocida por mí, ¿no vivirá en mi alma, vencedora de la vejez y aun de la muerte?”




martes, 10 de enero de 2017

Ligeia

"Sin embargo, lo "extraño" que encontraba en sus ojos era la especial naturaleza de su forma o el color o el brillo de los rasgos... debo referirme en realidad a la "expresión". ¡Palabra sin sentido tras la que ocultamos nuestra completa ignorancia de lo espiritual!  ¡Cuántas horas habré pensado en la expresión de sus ojos! ¡Cómo luché, durante toda una noche de verano, por alejarla de mí! ¿Qué era eso más profundo que el pozo de Demócrito que yacía en el fondo de los ojos de mi amada? ¿Qué era? Me poseía la pasión de descubrirlo. ¡Esos ojos, esos enormes, brillantes, divinos ojos! Esos eran para mí las estrellas gemelas de Leda y yo era para ellas el más fervoroso de los astrólogos.


No existe nada entre las múltiples anomalías incomprensibles en la ciencia de la mente, más atrayente y excitante que el hecho -nunca, mencionado, creo, por las escuelas- de que en nuestros esfuerzos por traer a la memoria algo  olvidado hace tiempo, nos encontramos al borde mismo de recordarlo sin conseguirlo finalmente. Y, de este modo, ¡con cuánta frecuencia, en mi intenso estudio de los ojos de Ligeia, sentía que me aproximaba al pleno conocimiento de su expresión, sentía que me aproximaba,  aún no era mío, me acercaba, y al fin desaparecía por completo. Y -¡extraño el misterio más extraño de todos!- encontraba en los objetos más comunes del universo un círculo de analogías con esa expresión. Quiero decir que, después del periodo en que la belleza de Ligeia invadió mi espíritu y se instaló como en un altar, yo extraía de muchos objetos del mundo material un sentimiento como el que sentía siempre, dentro de mí, frente a sus grandes y brillantes ojos. Sin embargo, no podía definir ese sentimiento o analizarlo, o simplemente percibirlo con calma. Lo reconocía, repito, algunas veces, en la observación de una viña que crecía rápidamente, en la contemplación de una falena, de una mariposa, de una crisálida, de un arroyo. Lo he sentido en el océano, en la caída de un meteoro. Lo he sentido en la mirada de gente muy anciana. Y hay una o dos estrellas en el cielo en cuyo estudio telescópico he descubierto ese sentimiento. Me ha colmado el escuchar ciertos sonidos de instrumentos de cuerda, y muchas veces la lectura de ciertos pasajes de algunos libros."

Descubrí a Edgar Allan Poe tarde. Siempre voy y llego tarde cuando se trata de cosas importantes. En segundo de bachillerato, en Literatura Universal, el profesor que impartía esa asignatura nos mostró algunos de los relatos del maestro del suspense y dos de sus poemas más célebres. Me fascinó "El gato negro", " Retrato oval", “El corazón delator”, "Los crímenes de la Rue Morgue", "La caída de la casa Usher", "El cuervo" y, como no, "Anabel Lee". Podría pasarme el día entero escuchando la adaptación musical que hizo Radio futura sobre este poema. El profesor completó el tema con un documental de la Universidad de Salamanca sobre la vida y obra del autor.   Pasé los siguientes años viendo, en reiteradas ocasiones, aquel vídeo con la misma emoción y ganas, y ardí en cólera la mañana que descubrí que había desaparecido para siempre el que, para mí, era el mejor documental hasta entonces. Y así fue, mi madre no entendía mi comportamiento infantil y estúpido por el “simple hecho” de no encontrar “un vídeo que  habían quitado de internet”. Y así fue y ha sido; no lo he vuelto a ver jamás.

Con el tiempo descubrí otros relatos que me fueron cautivando y me hacían, a veces, subir al cielo y, otras, descender a los infiernos. “Eleonora”, “El entierro prematuro”, “La verdad sobre el caso del Señor Valdemar” y “Ligeia”, entre otros.

Recuerdo como si cogiese hoy el bic para hacer el examen aquel día en la biblioteca del IES Puente Ajuda, llenando folios y folios de letras sobre autores, conceptos y obras de literatura universal. Un 10. El profesor, desconfiado, me preguntó si había copiado. Le dije que me sacase a la pizarra y me hiciese contarle todo el contenido del examen de nuevo. Se empezó a reír y me dijo que no hacía falta. En ese momento no me lo tomé muy bien, pero hoy lo recuerdo y sonrío. Creo que es uno de los mejores exámenes que he hecho en mi vida académica, y en el fondo su desconfianza no era del todo injustificada; no era injustificada si tenemos en cuenta que, aunque ya habían pasado cuatro años desde aquel nefasto tercero, era repetidora y a veces los prejuicios siguen estando ahí, supongo; y tampoco era del todo injustificada si tenemos en cuenta que, aunque buenas estudiantes, Brenda y yo juntas éramos dinamita y conseguíamos ponerlo nervioso con bastante facilidad.  

Hoy he vuelto a releer "Ligeia". Hoy, antes de leer este cuento, me he acordado de mi profesor y lo he comentado con Virginia. El pasado viernes hablé de él con Jorge, a quien también dio clases. Quizá nos veamos pronto, ¡quién sabe!

Releer, para mí, siempre un placer.



La primera vez que leí “Ligeia” fue este verano en Galicia, concretamente en las Islas Cíes; ¿no es maravillosa la vida? 

viernes, 6 de enero de 2017

Miguel Hernández


"La cantidad de mundos
que con los ojos abres,
que cierras con los brazos.
La cantidad de mundos
que con los ojos cierras 
que con los brazos abres."





jueves, 5 de enero de 2017

Noche de reyes

Reproduzco aquí, con algunas modificaciones, un texto que publiqué el 5 de enero de 2013 en una red social:

"Si pudiese pedir un regalo hoy, noche de reyes, pediría tener 6 años; desearía levantarme de madrugada y ver por la mirilla de la puerta de mi habitación a mi padre poniendo los regalos debajo del árbol de navidad, quitando los cubos de agua de los camellos y los polvorones para los tres reyes magos. Ante la imposibilidad de mi deseo, pido por todas las personas que no tienen donde pasar la noche, por aquellas que están enfermas, por las que luchan día a día, por aquellas que no ven la luz, por las que a pesar de tener poco o nada son capaces de sonreír, por las que se enfrentan al día a día a pesar de no haber tenido suerte en la vida. Del mismo modo pido a las personas que se encuentran en el poder que rechacen sus sueldos vitalicios y sus coches oficiales, que miren al “pueblo” e intenten ayudar a todas aquellas personas que lo necesitan y que no se encuentran en igualdad de condiciones. Pido que si tiene que recortarse algo, no se recorte en sanidad y educación. Pido que todo el mundo, como recoge la constitución, tenga al menos el derecho a una vivienda digna. Pido que todas las personas que se encuentren en las oscuridad vean la luz. Pido salud para todos, los que la necesitan y los que no tanto. Pido un mundo en el que primen las personas y no el dinero. Pido humanidad. Pido que todas aquellas personas que encuentren rencor en su corazón, lo aparten y sepan darse cuenta que la vida son dos días  y no merece la pena malgastarla. Pido comida para los niños que no tienen nada que llevarse a la boca. Pido que las personas conserven en la memoria los momentos más maravillosos de sus vidas, porque es el mejor regalo que alguien puede poseer, el que llena el alma y nunca se borra. Pido vivir en un mundo donde todas las personas tengan cubiertas las necesidades básicas. Pido salud, felicidad y amor para todos aquellos que me importan y están conmigo.  Hay que darse cuenta que la esencia de la vida está en los pequeños detalles, y que a veces, un apretón de mano puede convertirse en el mejor de los regalos."


Sigo recordando ese apretón de mano con amor y nostalgia, y lo guardo en la memoria como el mejor de mis recuerdos y mi tesoro más preciado. Ya cuatro años y algunos días... 

Irresponsable

Me he despertado con la idea de retomar, por fin, la rutina que una se ve obligada a adoptar después del periodo vacacional, pero no. Me he dejado arrastrar de nuevo por los pequeños placeres y me he alejado, de nuevo también, de las absurdas obligaciones. Pueden malinterpretar mis palabras si quieren,  hasta entonces la opinión es libre y absurdo es el término más correcto que se me ocurre para definir mi etapa académica actual. Solo me salvan mis ratos con cierto personaje del siglo XVIII y principios del XIX.

Me siento enfrente del ordenador y mi concentración es -10. Todo tan soporífero, estúpido e inservible; y lo más importante, ¡1.083 sin enseñar a enseñar!; ¿qué sinsentido es este?

Lo mejor entonces es despertarse y, tranquilamente, tomar una taza de café hirviendo mientras lees “Secreto” o “Palabras para Julia” de Goytisolo”, pasear escuchando Revolver, Los Secretos y Manolo García, y sentarte en un banco a contemplar, admirar y escribir. Todo esto mucho mejor y más gratificante, aunque me lleve a ser una don nadie, que al fin y al cabo es a lo que he aspirado a ser siempre, creo.  


miércoles, 4 de enero de 2017

Tura tura

Mi primer paseo por el parque del príncipe de este nuevo año fue el pasado día 2, cuando regresé a Cáceres después de las vacaciones. Podría titular este como “Crónica de una fiebre anunciada”, pues a pesar de no encontrarme bien y de notar que la temperatura de mi cuerpo no era del todo normal, bajé las maletas del coche y me dirigí al príncipe con la rebeldía que caracteriza a los jóvenes a los que ni la enfermedad más grave postra en una cama. Eso sí, al día siguiente, con 39 de fiebre, ya estaba mi madre ahí para decirme por un mensaje: “de verdad, eres un desastre”. Gracias, mamá, no lo sabía.   Un paseo frío y nocturno; hermoso y evocador. De esos en los que la tranquilidad de la noche te permite contemplar con más serenidad aquello que, debido al ajetreado y ruidoso ritmo de una ciudad por las mañanas, se nos escapa de día: la pasión desbordada de los amantes, la discusión de un matrimonio que parece ya no desearse, la euforia de quienes hacen deporte, las risas desenfadadas de las amigas que comparten confidencias, el señor que camina, a duras penas, con un bastón o una muleta, y el paseo relajado entre un joven y su perro fiel. Todo esto mientras yo, como espectadora, apunto en el cuaderno nuevo que me regaló Ana.

Antes, solía escribir y romper; escribir y quemar; escribir y perder o escribir y olvidar. En aquella chimenea de ladrillos rojos y leña húmeda de mi casa del pueblo, han muerto, bajo el fuego, varios papeles que escondían ilusiones, decepciones, historias de amor, sentimientos, emociones y sueños, muchos sueños. Decidí, hace un tiempo, escribir y guardar, no solo porque la escritura me parece un ejercicio saludable, sino porque al igual que conservamos regalos, fotos y la entrada de aquel concierto que tanto nos entusiasmó, es preciso y precioso plasmar todo aquello que nos causa sensaciones y convertirlo en realidad a través de la palabra. Así, en el futuro, podremos recrearnos en estos recuerdos que se habrán convertido, además, en valiosas enseñanzas.


He vuelto hoy, día 4, al parque del príncipe para dar un paseo diurno. He leído (a Lorca y a Poe) y he escrito un poco. No he tenido fiebre en todo el día. La lectura y la escritura todo (lo)cura.  

Retrato de un hombre inmaduro, Luis Landero

Mis manos, mi pluma y una de mis libretas

lunes, 2 de enero de 2017

Apología a la sociedad y al mundo actual

Tenía pensado escribir algo para despedir el año, pero mi tono pesimista no baila acorde con el ritmo y color de estas fiestas, para algunos, tan felices. Somos tan hipócritas que nos creemos con derecho a hacer balances estúpidos desde nuestros "tronos privilegiados", mientras el país y el mundo se van a la mierda, de manera atroz y de forma, cada vez, más acelerada. Solo hace falta leer la prensa o poner el televisor para que un aluvión de noticias horribles se agolpen y nos hagan, por unos segundos, que dejemos de mirar nuestro propio ombligo y tomemos conciencia de lo que realmente sucede en otros lugares todos los días; incluso a nuestro alrededor, en nuestro país, donde el número de ciudadanos pobres y en riesgo de exclusión social ha aumentado el ya pasado año; por no mencionar la violencia de género, la corrupción (no solo en política), los recortes en sanidad y la cada vez más deplorable cultura y educación de nuestro país, de la que no voy a hablar ahora porque bastante tengo con estar sufriendo un máster que NECESITO para poder opositar; un máster que me está dando más disgustos que alegrías y del que estoy desaprendiendo más que aprendiendo. Y así nos va, con profesores que se creen con derecho a exigir responsabilidades a sus alumnos cuando ellos no están dispuestos a cumplir las suyas. Pero da igual, lo que realmente importa es el "papel", así que es mejor poner cara de tontos, seguir la corriente como borregos, reír dos o tres gracias, y ala, un aprobado y si puede ser un sobresaliente, mejor; que no se nos olvide nunca, por favor, que SOMOS UNA NOTA y un montón de folios en los que se resumen nuestros méritos... Jeje. Pero todo esto no ha de extrañarnos en un país donde robar está a la orden del día (la casa que, según dicen, nos representa no escatima en esto); en el que un jugador de fútbol gana más que un médico o un profesor, y en el que el arte no es un cuadro de Velázquez o Goya, un poema de Cernuda o una obra de Iriarte; el arte es ver cómo un señor, con un traje brillante, hace sufrir a un animal mientras, ocupando los asientos de este circo, un público soberbio grita y encomia al artista cuando atraviesa con su espada al animal indefenso. Es una pena que muera un torero haciendo su trabajo, y que durante semanas sea esta la noticia más vista y sonada en todos los medios de comunicación. A ver si también lo es la muerte de un albañil que se cae de un andamio haciendo, también, su trabajo. ¡Ah, no, que eso no es arte!

Los acontecimientos que me han ocurrido los últimos días del año me hacen corroborar todo esto que digo.

El día 25 de diciembre, cuando nos reuníamos todos en casa de mis padres para comer, mi hermana Elena llegó de trabajar y, asustada, me pidió ayuda para ir a ver a un gato que estaba abandonado en la calle. Cuando doblé la esquina de mi calle, vi perfectamente aquel bulto negro inmóvil, atemorizado y solo. Pude verle de cerca los ojos. Me armé de un valor que en ese momento pensé que no tenía, y me acerqué para tocarlo y cogerlo, pero, aterrorizado, salió a correr. Con un nudo en la garganta que después desembocaría en llanto, le dije a mi hermana que intentase cogerlo ella. El gato no veía, estaba ciego. Le habían reventado los ojos y los tenía encharcados en sangre. Elena, que siempre ha tenido gatos y, como yo, es amante de los animales, tampoco tenía coraje para acercarse a él. Finalmente conseguí atraparlo y, entre caricias y algunos arañazos que el animal lanzaba, lo llevé a casa.  Mi madre, con mucha paciencia y cariño, le lavo los ojitos mientras mi hermano Chané lo acariciaba y lo intentaba calmar. Horrible. Yo no podía parar de llorar. Como era fiesta, y al día siguiente también, decidimos llevarlo el martes al veterinario. "Proyecto Zero" se enteró de la noticia y decidió costear los gastos del veterinario, gracias a que con mucha dedicación y constancia se pasan el año vendiendo papeletas para destinar los beneficios a ayudar a los animales abandonados. Eva operó a quien iba a ser "Pezones" (mi hermana ya le había puesto nombre) pero el animal no aguantó la operación. Tenía también reventados los oídos e infección (entre otras cosas) en el cerebro. Posibles causas: pirotecnia típica de estas fechas y fiestas (en mi pueblo muy común atar esta a los rabos de los animales), atropello de algún coche, disparos con escopeta o algún spray. Conclusión: culpable señoría.  El ser humano. Sí, culpable.

Culpable también de otro acto vandálico cuando la mañana del 31 de diciembre bajé del 2B de la calle P. en Badajoz, y me encontré el espejo retrovisor exterior del lado del piloto de mi coche completamente roto. Llamé a Jorge, que estaba sacando su coche del garaje, y me dijo: "No ha sido un golpe de otro coche, Mabel; ha sido una patada o un puñetazo. Ven, mira como está roto el espejo. Se nota que la ruptura es por un golpe que le han dado así (cerró el puño y simuló la escena del crimen)". Claro, Mabel, un coche no hubiese reventado el retrovisor de forma tan limpia, sacando incluso los cables del espejo. 

Así nos va, señores. Acostumbrados a hacer daño de manera gratuita y con la garantía de obtener 0 o ningún beneficio de ello.   

Pues no; este año no hay resumen del 2016. Por suerte tengo, todavía, esa vivienda digna que la constitución reconoce como un derecho de todos los españoles, una familia con la que discuto y paso grandes momentos, buenos amigos para un café y una agradable conversación, y algunos otros para salir a disfrutar la vida de vez en cuando. 

Soy bastante afortunada. Hoy, por ejemplo, he empezado el año con el propósito de hacer todo lo que me apeteciese y estuviese al alcance de mis posibilidades de estudiante-pobre. No he deseado otra cosa que escribir, leer un rato, comer con mi madre, con Sergio, Elena, y con mi sobrino, Gerardito, dormir la siesta con un perro-oso de 40-45 kilos encima de mí y ver Mary Poppins.



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