miércoles, 4 de enero de 2017

Tura tura

Mi primer paseo por el parque del príncipe de este nuevo año fue el pasado día 2, cuando regresé a Cáceres después de las vacaciones. Podría titular este como “Crónica de una fiebre anunciada”, pues a pesar de no encontrarme bien y de notar que la temperatura de mi cuerpo no era del todo normal, bajé las maletas del coche y me dirigí al príncipe con la rebeldía que caracteriza a los jóvenes a los que ni la enfermedad más grave postra en una cama. Eso sí, al día siguiente, con 39 de fiebre, ya estaba mi madre ahí para decirme por un mensaje: “de verdad, eres un desastre”. Gracias, mamá, no lo sabía.   Un paseo frío y nocturno; hermoso y evocador. De esos en los que la tranquilidad de la noche te permite contemplar con más serenidad aquello que, debido al ajetreado y ruidoso ritmo de una ciudad por las mañanas, se nos escapa de día: la pasión desbordada de los amantes, la discusión de un matrimonio que parece ya no desearse, la euforia de quienes hacen deporte, las risas desenfadadas de las amigas que comparten confidencias, el señor que camina, a duras penas, con un bastón o una muleta, y el paseo relajado entre un joven y su perro fiel. Todo esto mientras yo, como espectadora, apunto en el cuaderno nuevo que me regaló Ana.

Antes, solía escribir y romper; escribir y quemar; escribir y perder o escribir y olvidar. En aquella chimenea de ladrillos rojos y leña húmeda de mi casa del pueblo, han muerto, bajo el fuego, varios papeles que escondían ilusiones, decepciones, historias de amor, sentimientos, emociones y sueños, muchos sueños. Decidí, hace un tiempo, escribir y guardar, no solo porque la escritura me parece un ejercicio saludable, sino porque al igual que conservamos regalos, fotos y la entrada de aquel concierto que tanto nos entusiasmó, es preciso y precioso plasmar todo aquello que nos causa sensaciones y convertirlo en realidad a través de la palabra. Así, en el futuro, podremos recrearnos en estos recuerdos que se habrán convertido, además, en valiosas enseñanzas.


He vuelto hoy, día 4, al parque del príncipe para dar un paseo diurno. He leído (a Lorca y a Poe) y he escrito un poco. No he tenido fiebre en todo el día. La lectura y la escritura todo (lo)cura.  

Retrato de un hombre inmaduro, Luis Landero

Mis manos, mi pluma y una de mis libretas

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