viernes, 13 de enero de 2017

Pepita Jiménez

Leía esta novela de Juan Valera el pasado 3 de Noviembre cuando me dirigía a Madrid con el departamento de Filología Hispánica y Lingüística General de la Universidad de Extremadura. Recuerdo la euforia de ese día descubriendo y redescubriendo lugares que me apasionan. Carlos y Sandra me sufrieron todo el día, y a día de hoy, dos meses después, siguen a mi lado. Increíble pero cierto.

Comparto un texto que además de copiar en mi cuaderno violeta, fotografié, como acostumbró a hacer. Tengo que retomar la lectura de una obra que me brindó muy buenos momentos y me permitió establecer analogías con algunos sentimientos y episodios de mi vida.

 “La hermosura, obra de un arte soberano y divino, puede ser caduca y efímera, desaparecer en el instante; pero su idea es eterna y en la mente del hombre vive vida inmortal una vez percibida. La belleza de esta mujer, tal como hoy se me manifiesta, desaparecerá dentro de breves años; ese cuerpo elegante, esas formas esbeltas, esa noble cabeza, tan gentilmente erguida sobre los hombros, todo será pasto de gusanos inmundos; pero si la materia ha de transformarse, la forma, el pensamiento artístico, la hermosura misma, ¿quién la destruirá? ¿No está en la mente divina? Percibida y conocida por mí, ¿no vivirá en mi alma, vencedora de la vejez y aun de la muerte?”




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