Leía
esta novela de Juan Valera el pasado 3 de Noviembre cuando me dirigía a Madrid con
el departamento de Filología Hispánica y Lingüística General de la Universidad de Extremadura. Recuerdo la euforia
de ese día descubriendo y redescubriendo lugares que me apasionan. Carlos y
Sandra me sufrieron todo el día, y a día de hoy, dos meses después, siguen a mi
lado. Increíble pero cierto.
Comparto
un texto que además de copiar en mi cuaderno violeta, fotografié, como acostumbró a hacer. Tengo que retomar la lectura de una obra que me brindó muy buenos momentos y me
permitió establecer analogías con algunos sentimientos y episodios de mi vida.
“La hermosura, obra de un arte soberano y
divino, puede ser caduca y efímera, desaparecer en el instante; pero su idea es
eterna y en la mente del hombre vive vida inmortal una vez percibida. La
belleza de esta mujer, tal como hoy se me manifiesta, desaparecerá dentro de
breves años; ese cuerpo elegante, esas formas esbeltas, esa noble cabeza, tan
gentilmente erguida sobre los hombros, todo será pasto de gusanos inmundos;
pero si la materia ha de transformarse, la forma, el pensamiento artístico, la
hermosura misma, ¿quién la destruirá? ¿No está en la mente divina? Percibida y
conocida por mí, ¿no vivirá en mi alma, vencedora de la vejez y aun de la
muerte?”
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