He
asistido hoy a la primera sesión del “VI Seminario: Investiga tu futuro”. Últimamente establezco estúpidas analogías si
oigo, veo, leo o recuerdo algo que ya he oído, visto, leído o recordado. Aunque
sea lo más mínimo, inútil o innecesario. Es así como traigo a colación textos
pasados que nada tienen que ver con el seminario del que he empezado a hablar.
En
la primera comunicación nos han informado sobre las distintas becas
pre-doctorales y post-doctorales que existen para todos aquellos que quieran
iniciar, o hayan iniciado ya, la carrera investigadora. En uno de mis cuadernos, el azul, he tomado
nota de todo esto.
Mi
mente establece una relación de semejanza cuando el 7 de octubre de 2016 y el
24 de enero de 2017 se habla de papeles.
Bueno, miento, el 7 de octubre nadie habla de papeles, escribo yo sobre estos,
dado mi desacuerdo con un sistema en el que se justifica quién eres y cuánto
vales ante un montón de hojas llenas de tinta; y el 24 de enero la palabra papeles es sustituida por otras como producción científica, méritos académicos,
etc.
Supongo
que esta entrada está siendo posible gracias a esta libreta en la que, tres meses
antes, en un simposio sobre Rubén Darío, escribí el texto que a continuación
voy a reproducir y con el que me he vuelto a topar hoy:
“Treinta
y cuatro. Treinta y cuatro contando a los profesores, organizadores del
simposio, ponentes y a los alumnos. Claro, ¿qué ocurre cuando las instituciones
ponen al servicio del ciudadano oportunidades culturales por el módico precio
de 0 euros y la gente responde con una sorprendente ausencia, apatía, dejadez y
desinterés?
Observo
a las personas que están a mi alrededor para intentar despejar la duda que ha
surgido en mi interior cuando he entrado en un aula despoblada de cuerpos y
poblada de conocimientos. Encuentro a una joven mirando su teléfono móvil.
Supongo que no ha tenido tiempo de hacerlo en los treinta minutos de descanso
que acabamos de tener. ¿Qué es más importante en este momento que escuchar a
especialistas de distintas universidades que vienen a deleitarnos sobre
aspectos relacionados con la figura de R. Darío? Supongo que algo muy grave
debe haberle sucedido para estar ocupando su tiempo en nimiedades. Su
compañero, sin embargo, se mantiene firme en su asiento y de vez en cuando toma
notas en un cuaderno azul de cuadros que tiene ladeado en su atril. Me
desconcierta. Sería gustoso pensar que le apasiona lo que está escuchando y que
con fervor apunta cada una de las palabras que salen de los dulces labios de la
señora que ahora está diciendo. La fila de atrás está vacía. En la siguiente
dos compañeros hablas, se ríe, comentan anécdotas del fin de semana pasado. Se
quejan porque la conferenciante está superando el tiempo estimado que le
corresponde (cuarenta y cinco minutos) e I.U. le pasa la mano porque desea seguir escuchando lo que su compañera tiene
que contar. Se muestra expectante, como un niño ante el final de un cuento;
como muchos otros estamos aquí. ¿Es cuestión de tiempo el conocimiento y la
cultura?, ¿se mide entonces con un
reloj?, ¿cuáles son sus límites?, ese es el problema del sistema educativo de
ahora. Se ofrecen cursos en los que se gratifica al alumno con créditos y
diplomas que en un futuro van a servirles, supuestamente, para engrosar un
currículum. Eso somos, papeles. Un
puñado de folios. No somos conocimientos, ni cultura, ni ganas de aprender,
saber y descubrir. Somos una lista de cursos, másteres, idiomas, publicaciones…y
por eso estos simposios están llenos de gente desinteresada en conocimiento e
interesada en papeles.”
Si
comparamos el número de asistentes a este congreso con el que han tenido otros como
el de Transversales, por ejemplo, lo podríamos
considerar un éxito absoluto, pero tendremos que analizar si esto realmente
sirve de algo si el alumno sabe, únicamente, que en el salón de actos se está
hablando de Rubén Darío porque lo ha leído en el cartel que hay colocado en la
puerta. Lo dicho, papeles.
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