Esta
tarde Sara Mesa ha acompañado a sus lectores en el salón de actos del Palacio
de la Isla de Cáceres con motivo del veintiún aniversario del Aula literaria “José
María Valverde”. César, profesor de Secundaria, describe a Sara como una “escritora
potente” que en Este jilguero agenda (Premio
Nacional de Poesía Miguel Hernández en 2007) busca nombrar la realidad a través
de la palabra con la necesidad de evocar y escapar de su “jaula”. Dice que su poemario
es una metáfora sobre la poética de la vida y que somos los lectores los que
estamos en los libros que ellos escriben, y no los escritores como aseguran
muchos de estos. Sara, más tarde, trae a
colación esta afirmación de César y dice que tiene razón en llamar “imbéciles”
a los escritores, porque a veces piensan que lo que escriben es para ellos y
que los lectores no harán una buena lectura de la obra, sorprendiéndose después.
César se ríe y asegura que, aunque lo ha pensado, no ha llamado imbéciles a los escritores.
La
intervención termina con la opinión de Sara sobre la poesía. Confiesa que se
enfrentó a ella con la osadía que empuja a quienes cultivan, por primera vez, el
género.
Recuerdo
ahora una conversación con Carlos el año pasado. En una clase vimos,
casualmente, cómo se trataba el tema de la poesía en un libro de secundaria. El
autor lo introduce hablando del consumo de esta: “¿qué se vende en la poesía?”.
Carlos y yo iniciamos una acalorada discusión en la que él defendía que ahora
todo el mundo lee poesía porque es lo más fácil y rápido. ¿CÓMO?, fue mi
respuesta. Más tarde conseguimos ponernos de acuerdo. Pseudopoesía y
pseudopoetas. Y que no se malinterprete esto… o sí, como prefiera el lector.
En
fin, como dijo Emile M. Cioran: “Sin la poesía la realidad se desprecia”.
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