Me he despertado con la idea de
retomar, por fin, la rutina que una se ve obligada a adoptar después del
periodo vacacional, pero no. Me he dejado arrastrar de nuevo por los pequeños
placeres y me he alejado, de nuevo también, de las absurdas obligaciones.
Pueden malinterpretar mis palabras si quieren, hasta entonces la opinión es libre y absurdo es el término más correcto que
se me ocurre para definir mi etapa académica actual. Solo me salvan mis ratos
con cierto personaje del siglo XVIII y principios del XIX.
Me siento enfrente del ordenador
y mi concentración es -10. Todo tan soporífero, estúpido e inservible; y lo más
importante, ¡1.083 sin enseñar a enseñar!; ¿qué sinsentido es este?
Lo mejor entonces es despertarse
y, tranquilamente, tomar una taza de café hirviendo mientras lees “Secreto” o “Palabras
para Julia” de Goytisolo”, pasear escuchando Revolver, Los Secretos y Manolo
García, y sentarte en un banco a contemplar, admirar y escribir. Todo esto
mucho mejor y más gratificante, aunque me lleve a ser una don nadie, que al fin
y al cabo es a lo que he aspirado a ser siempre, creo.
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