lunes, 2 de enero de 2017

Apología a la sociedad y al mundo actual

Tenía pensado escribir algo para despedir el año, pero mi tono pesimista no baila acorde con el ritmo y color de estas fiestas, para algunos, tan felices. Somos tan hipócritas que nos creemos con derecho a hacer balances estúpidos desde nuestros "tronos privilegiados", mientras el país y el mundo se van a la mierda, de manera atroz y de forma, cada vez, más acelerada. Solo hace falta leer la prensa o poner el televisor para que un aluvión de noticias horribles se agolpen y nos hagan, por unos segundos, que dejemos de mirar nuestro propio ombligo y tomemos conciencia de lo que realmente sucede en otros lugares todos los días; incluso a nuestro alrededor, en nuestro país, donde el número de ciudadanos pobres y en riesgo de exclusión social ha aumentado el ya pasado año; por no mencionar la violencia de género, la corrupción (no solo en política), los recortes en sanidad y la cada vez más deplorable cultura y educación de nuestro país, de la que no voy a hablar ahora porque bastante tengo con estar sufriendo un máster que NECESITO para poder opositar; un máster que me está dando más disgustos que alegrías y del que estoy desaprendiendo más que aprendiendo. Y así nos va, con profesores que se creen con derecho a exigir responsabilidades a sus alumnos cuando ellos no están dispuestos a cumplir las suyas. Pero da igual, lo que realmente importa es el "papel", así que es mejor poner cara de tontos, seguir la corriente como borregos, reír dos o tres gracias, y ala, un aprobado y si puede ser un sobresaliente, mejor; que no se nos olvide nunca, por favor, que SOMOS UNA NOTA y un montón de folios en los que se resumen nuestros méritos... Jeje. Pero todo esto no ha de extrañarnos en un país donde robar está a la orden del día (la casa que, según dicen, nos representa no escatima en esto); en el que un jugador de fútbol gana más que un médico o un profesor, y en el que el arte no es un cuadro de Velázquez o Goya, un poema de Cernuda o una obra de Iriarte; el arte es ver cómo un señor, con un traje brillante, hace sufrir a un animal mientras, ocupando los asientos de este circo, un público soberbio grita y encomia al artista cuando atraviesa con su espada al animal indefenso. Es una pena que muera un torero haciendo su trabajo, y que durante semanas sea esta la noticia más vista y sonada en todos los medios de comunicación. A ver si también lo es la muerte de un albañil que se cae de un andamio haciendo, también, su trabajo. ¡Ah, no, que eso no es arte!

Los acontecimientos que me han ocurrido los últimos días del año me hacen corroborar todo esto que digo.

El día 25 de diciembre, cuando nos reuníamos todos en casa de mis padres para comer, mi hermana Elena llegó de trabajar y, asustada, me pidió ayuda para ir a ver a un gato que estaba abandonado en la calle. Cuando doblé la esquina de mi calle, vi perfectamente aquel bulto negro inmóvil, atemorizado y solo. Pude verle de cerca los ojos. Me armé de un valor que en ese momento pensé que no tenía, y me acerqué para tocarlo y cogerlo, pero, aterrorizado, salió a correr. Con un nudo en la garganta que después desembocaría en llanto, le dije a mi hermana que intentase cogerlo ella. El gato no veía, estaba ciego. Le habían reventado los ojos y los tenía encharcados en sangre. Elena, que siempre ha tenido gatos y, como yo, es amante de los animales, tampoco tenía coraje para acercarse a él. Finalmente conseguí atraparlo y, entre caricias y algunos arañazos que el animal lanzaba, lo llevé a casa.  Mi madre, con mucha paciencia y cariño, le lavo los ojitos mientras mi hermano Chané lo acariciaba y lo intentaba calmar. Horrible. Yo no podía parar de llorar. Como era fiesta, y al día siguiente también, decidimos llevarlo el martes al veterinario. "Proyecto Zero" se enteró de la noticia y decidió costear los gastos del veterinario, gracias a que con mucha dedicación y constancia se pasan el año vendiendo papeletas para destinar los beneficios a ayudar a los animales abandonados. Eva operó a quien iba a ser "Pezones" (mi hermana ya le había puesto nombre) pero el animal no aguantó la operación. Tenía también reventados los oídos e infección (entre otras cosas) en el cerebro. Posibles causas: pirotecnia típica de estas fechas y fiestas (en mi pueblo muy común atar esta a los rabos de los animales), atropello de algún coche, disparos con escopeta o algún spray. Conclusión: culpable señoría.  El ser humano. Sí, culpable.

Culpable también de otro acto vandálico cuando la mañana del 31 de diciembre bajé del 2B de la calle P. en Badajoz, y me encontré el espejo retrovisor exterior del lado del piloto de mi coche completamente roto. Llamé a Jorge, que estaba sacando su coche del garaje, y me dijo: "No ha sido un golpe de otro coche, Mabel; ha sido una patada o un puñetazo. Ven, mira como está roto el espejo. Se nota que la ruptura es por un golpe que le han dado así (cerró el puño y simuló la escena del crimen)". Claro, Mabel, un coche no hubiese reventado el retrovisor de forma tan limpia, sacando incluso los cables del espejo. 

Así nos va, señores. Acostumbrados a hacer daño de manera gratuita y con la garantía de obtener 0 o ningún beneficio de ello.   

Pues no; este año no hay resumen del 2016. Por suerte tengo, todavía, esa vivienda digna que la constitución reconoce como un derecho de todos los españoles, una familia con la que discuto y paso grandes momentos, buenos amigos para un café y una agradable conversación, y algunos otros para salir a disfrutar la vida de vez en cuando. 

Soy bastante afortunada. Hoy, por ejemplo, he empezado el año con el propósito de hacer todo lo que me apeteciese y estuviese al alcance de mis posibilidades de estudiante-pobre. No he deseado otra cosa que escribir, leer un rato, comer con mi madre, con Sergio, Elena, y con mi sobrino, Gerardito, dormir la siesta con un perro-oso de 40-45 kilos encima de mí y ver Mary Poppins.



Benvenuti alla felicità al quadrato







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