Tenía pensado escribir algo para
despedir el año, pero mi tono pesimista no baila acorde con el ritmo y color de
estas fiestas, para algunos, tan felices. Somos tan hipócritas que nos creemos
con derecho a hacer balances estúpidos desde nuestros "tronos privilegiados",
mientras el país y el mundo se van a la mierda, de manera atroz y de forma,
cada vez, más acelerada. Solo hace falta leer la prensa o poner el televisor
para que un aluvión de noticias horribles se agolpen y nos hagan, por unos
segundos, que dejemos de mirar nuestro propio ombligo y tomemos conciencia de
lo que realmente sucede en otros lugares todos los días; incluso a nuestro
alrededor, en nuestro país, donde el número de ciudadanos pobres y en riesgo de
exclusión social ha aumentado el ya pasado año; por no mencionar la violencia
de género, la corrupción (no solo en política), los recortes en sanidad y la
cada vez más deplorable cultura y educación de nuestro país, de la que no voy a
hablar ahora porque bastante tengo con estar sufriendo un máster que NECESITO
para poder opositar; un máster que me está dando más disgustos que alegrías y
del que estoy desaprendiendo más que aprendiendo. Y así nos va, con profesores
que se creen con derecho a exigir responsabilidades a sus alumnos cuando ellos no
están dispuestos a cumplir las suyas. Pero da igual, lo que realmente importa es
el "papel", así que es mejor poner cara de tontos, seguir la
corriente como borregos, reír dos o tres gracias, y ala, un aprobado y si puede
ser un sobresaliente, mejor; que no se nos olvide nunca, por favor, que SOMOS
UNA NOTA y un montón de folios en los que se resumen nuestros méritos... Jeje. Pero
todo esto no ha de extrañarnos en un país donde robar está a la orden del día (la
casa que, según dicen, nos representa no escatima en esto); en el que un
jugador de fútbol gana más que un médico o un profesor, y en el que el arte no es un
cuadro de Velázquez o Goya, un poema de Cernuda o una obra de Iriarte; el arte
es ver cómo un señor, con un traje brillante, hace sufrir a un animal mientras,
ocupando los asientos de este circo, un público soberbio grita
y encomia al artista cuando atraviesa con su espada al animal indefenso. Es una
pena que muera un torero haciendo su trabajo, y que durante semanas sea esta la
noticia más vista y sonada en todos los medios de comunicación. A ver si
también lo es la muerte de un albañil que se cae de un andamio haciendo,
también, su trabajo. ¡Ah, no, que eso no es arte!
Los acontecimientos que me han
ocurrido los últimos días del año me hacen corroborar todo esto que digo.
El día 25 de diciembre, cuando
nos reuníamos todos en casa de mis padres para comer, mi hermana Elena llegó de
trabajar y, asustada, me pidió ayuda para ir a ver a un gato que estaba
abandonado en la calle. Cuando doblé la esquina de mi calle, vi perfectamente
aquel bulto negro inmóvil, atemorizado y solo. Pude verle de cerca los ojos. Me
armé de un valor que en ese momento pensé que no tenía, y me acerqué para
tocarlo y cogerlo, pero, aterrorizado, salió a correr. Con un nudo en la
garganta que después desembocaría en llanto, le dije a mi hermana que intentase
cogerlo ella. El gato no veía, estaba ciego. Le habían reventado los ojos y los
tenía encharcados en sangre. Elena, que siempre ha tenido gatos y, como yo, es
amante de los animales, tampoco tenía coraje para acercarse a él. Finalmente
conseguí atraparlo y, entre caricias y algunos arañazos que el animal lanzaba, lo
llevé a casa. Mi madre, con mucha
paciencia y cariño, le lavo los ojitos mientras mi hermano Chané lo acariciaba
y lo intentaba calmar. Horrible. Yo no podía parar de llorar. Como era fiesta,
y al día siguiente también, decidimos llevarlo el martes al veterinario.
"Proyecto Zero" se enteró de la noticia y decidió costear los gastos
del veterinario, gracias a que con mucha dedicación y constancia se pasan el
año vendiendo papeletas para destinar los beneficios a ayudar a los animales
abandonados. Eva operó a quien iba a ser "Pezones" (mi hermana ya le
había puesto nombre) pero el animal no aguantó la operación. Tenía también
reventados los oídos e infección (entre otras cosas) en el cerebro. Posibles
causas: pirotecnia típica de estas fechas y fiestas (en mi pueblo muy común
atar esta a los rabos de los animales), atropello de algún coche, disparos con
escopeta o algún spray. Conclusión: culpable señoría. El ser humano. Sí, culpable.
Culpable también de otro acto
vandálico cuando la mañana del 31 de diciembre bajé del 2B de la calle P. en
Badajoz, y me encontré el espejo retrovisor exterior del lado del piloto de mi
coche completamente roto. Llamé a Jorge, que estaba sacando su coche del garaje,
y me dijo: "No ha sido un golpe de otro coche, Mabel;
ha sido una patada o un puñetazo. Ven, mira como está roto el espejo. Se nota
que la ruptura es por un golpe que le han dado así (cerró el puño y simuló la
escena del crimen)". Claro, Mabel, un coche no hubiese reventado el retrovisor de forma tan
limpia, sacando incluso los cables del espejo.
Así nos va, señores. Acostumbrados a hacer daño de manera gratuita y con la garantía de obtener 0 o ningún beneficio de ello.
Pues no; este año no hay resumen del 2016. Por suerte tengo, todavía,
esa vivienda digna que la constitución reconoce como un derecho de todos los
españoles, una familia con la que discuto y paso grandes momentos, buenos
amigos para un café y una agradable conversación, y algunos otros para salir a
disfrutar la vida de vez en cuando.
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