He asistido hoy a la
conferencia que ha dado Vicente Luis Mora en el aula 31 de la Facultad de
Filosofía y Letras de Cáceres sobre las “Formas de desdoblamiento subjetivo en
los poetas del grupo del 27: de la máscara a la cáscara”.
A
mí hoy me apetece hablar de esa cáscara.
Cuando
mis cuatro hermanos se enteraron de que íbamos a ser uno o una más en la familia, eligieron
cada uno un nombre y lo echaron a suerte. Elena solo recuerda que a ella le gustaba Irene,
de modo que se enfadó cuando supo la que iba a ser mi cáscara. Dice que también escribían nombres masculinos porque todavía
no sabían si iba a ser niño o niña.
Un
día o dos después de hacer el sorteo con los papeles, mi abuela, la madre de mi
padre, enfermó e ingresó de urgencias en el hospital. Era mucho el tiempo que
llevaba diciéndole a mis padres que fuesen
a buscar otra niña, que a ella le gustaría tener otra nieta, y así no
dejaban sola a la Elenita con tres muchachos. Mis padres acordaron que
cuando saliese del hospital le darían la noticia, y en varias ocasiones le
dijeron que estaban esperando que se recuperase para contarle algo que seguro
le haría muy feliz. Murió el 15 de noviembre de 1991.
Mi
padre decidió, entonces, que me llamaría María Isabel, como ella, y mi tía
Casilda también le pidió a mi madre que me pusiese el nombre de su madre. Mi
hermano Sergio dijo que de ser así me llamarían Mabel, que era un nombre más
juvenil. Y Mabel fue y es mi cáscara.
Mi
madre, tan detallista siempre, me ha contado, en
reiteradas ocasiones, que fue un 4 de octubre, en la feria del pueblo, cuando mis padres decidieron ir a buscarme y
que justo nueve meses después nací.
Mi abuela se fue sin conocer a la nieta que tanto deseaba y yo sin escuchar las
historias que todos los nietos han tenido la oportunidad de escuchar de los
labios de sus abuelos. Mis hermanos siempre han jugado con ventaja en esto del
tiempo, espero que no sea una suerte en la que sean ellos siempre los
privilegiados. Me hubiese gustado tanto nacer la primera…
En
fin… mi cáscara. Estoy encantada, y
¡qué casualidad!, cuando supieron que iba a ser una niña ya sabían que iba a
llamarme como mi abuela y al final acabé naciendo el día de Santa Isabel (de
Portugal), aunque nunca nadie me felicite por mi santo y sí todo el mundo por
mi cumpleaños.
Ma(ría) (Isa)bel
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