Podría decir que mi
vida es, últimamente, un cúmulo de casualidades inesperadas y emocionantes que
hacen que mi existencia gire en una espiral de desconcierto. Ayer encontré uno
de mis pendrives que llevaba un tiempo desaparecido (¡anda, yo perdiendo cosas,
qué raro!). En él estaban mis apuntes de Literatura Contemporánea de 4° de
carrera, entre los que se encontraban los concernientes a la trilogía Martes de Carnaval de Valle Inclán.
Quizá suene a estupidez absoluta pero a una persona algo romántica le gusta creer
que los ha encontrado ese día, y no otro, por algo. Un día antes de martes de carnaval. Y sobre todo cuando lo más sensato en los tiempos
que corren sería utilizar el esperpento para realizar una descripción fiel de
nuestra sociedad actual. Bueno, en realidad, poca falta hace, la situación es
bastante grotesca y desafortunada ya de por sí.
¡Qué pena!
Pero no, no hay que llorar, que la vida es un carnaval,
y las penas se van cantando.
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