jueves, 2 de marzo de 2017

milímetro a milímetro

“Una vez, después de ganar terreno milímetro a milímetro, mi antebrazo desnudo logró rozar a penas su antebrazo desnudo, fue uno de los momentos más fantásticos de mi vida, y cuando digo desnudo lo digo con toda la intención y el misterio que puede tener esa palabra, su piel toda desnuda y en la más completa desnudez, no es fácil de explicar, y ella no apartó su antebrazo desnudo sino que lo dejó allí, en su sitio, inmóvil en su sitio, desnudo e inmóvil, y ya casi al final de la película yo hice como que me reacomodaba en el asiento y apreté un poco más mi antebrazo desnudo contra el suyo también desnudo, y ella se mantuvo firme, atenta a la pantalla pero firme en su posición, es decir, dando su consentimiento, diciéndome: adelante, vamos, adelante y revalidando su decisión al encenderse ya las luces y mirarme con una sonrisa pícara y complaciente, o eso al menos me pareció a mí.  Y otra vez, al despedirnos, con aquella costumbre que tenia de mezclar los alientos y besar muy cerca de la boca, yo le di un beso en los labios desnudos, un beso fugaz, y como Olivia hizo un gesto de sorpresa y se echó a reír, luego, en cuanto se quedó otra vez seria, volví a besarla, como compartiendo la broma, y ella volvió a reírse, pero a la tercera vez me puso un dedo en los labios y me dijo en voz baja: buenas noches, y lo que más me turbó y excitó fue su dedo en mi boca, porque era ella, no yo, quien había tomado esa iniciativa tan espontánea y llena de alusiones.”
                                                                                        
                                                                                   La vida negociable, Luis Landero



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