Carlos me ha regalado este libro de Santiago
Corchete Gonzalo titulado La sombra en el
jardín. A las dos de la tarde me amenazó. Reproduzco aquí nuestra
conversación vía whatsapp:
-¿Vas a venir un rato antes a tomar café?
-No puedo, no me da tiempo.
-Me caes fatal; ya no te doy un regalo
-Seguro que es un bombón que te han dado y no te
gusta.
-¿Segura? Tú sabrás…
Sabía que fuese lo que fuese iba a acabar dándomelo.
Esta vez no era un bombón de higo, era algo mucho más especial, más emotivo. Aun
así, me ha costado dos horas y media de ruegos conseguir que me lo diese.
Gracias, amigo, sabes cómo conquistarme y hacerme feliz: un libro de poesía en
una edición preciosa de color azul, mi color preferido.
Lo abro y tras una cita del Ulysses de Joyce, se presenta el primer capítulo (“Coloreando”) que
aparece acompañado de la máxima Horaciana Ut
pictura poesis- como la pintura, así es la poesía- conclusión que anuncia el
autor al comienzo de la Epístola a los
Pisones:
Si un pintor quisiera añadir a una cabeza humana un
cuello e introdujera plumas variopintas en miembros reunidos alocadamente de
tal modo que termine espantosamente en negro pez lo que en su parte superior es
una hermosa, ¿podríais, permitida su contemplación, contener la risa, amigos?
Creedme, Pisones, que a ese cuadro será muy semejante un libro cuyas imágenes
se representen vanas, como sueños de enfermo, de manera que pie y cabeza no se
correspondan con una forma única. Pintores y poetas siempre tuvieron el justo
poder de atreverse a cualquier cosa.
Esta relación de literatura y arte se instrumenta a
través de la figura retórica de la écfrasis, figura sobre la que realicé dos
trabajos el año pasado en el Máster de Investigación en Arte y Humanidades; uno
sobre tres poemas de Quevedo, y otro sobre Retrato
oval de Edgar Allan Poe.
Me sorprende la cantidad de analogías que puedo
establecer últimamente. Casualidades
emocionantes; maravillas.
Reproduzco ahora aquí dos de los poemas que me han
cautivado de esta, la obra que me ha regalado mi amigo:
(Ut pictura
poesis)
La belleza es verdad multicolor;
al entrar en la habitación del
Arte
todo el mundo irrumpe los latidos
de su respiración
y lo real se vuelve imaginario:
que cada quién elija su canción,
su religión, su dios y su
esperanza.
Vivir es concretar y concretarse,
ser óleo de humildad
que cuelga en las paredes el
rectángulo
pequeño de su propia desnudez
para gozo y escarnio de los
hombres.
Las palabras son círculos sin
centro,
al que buscan por todos los
rincones
sin lograr encontrarlo. Tú
también
eres orilla y lado, periferia,
siempre anhelo de voz y nunca
vértice.
En esta teoría de los símbolos
las palabras viajan; tú, con
ellas,
sé sonoro y audible, no te pares
a contar las heridas ni a coser
los rasguños que afean tu ropaje:
vivir es ir gastando los sonidos
para aliviar los ayes del
recuerdo.
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