domingo, 19 de marzo de 2017

De rutinas maravillosas

Sigo pensando que es una de las mejores cosas de llegar al pueblo, de llegar a casa. Una rutina maravillosa. Y que dure muchos años; tantos que la vida me permita seguir siendo feliz con solo abrir la puerta del patio y dejar que dos bestias se arrojen ferozmente a recibirme. El amor que me profesan es tan fiel y puro que me faltarían vidas para hacer por ellos la mitad de lo que ellos, sin saberlo, hacen por mí.

Puerta, puerta, maleta en la habitación, pasillo, puerta, patio y ellos. Lo que os digo, una rutina que adoro. Después, boca, cara, cuello y brazos rojos y llenos de sarpullido, algo completamente normal en una persona que tiene alergia al pelo de esa raza de perro. Solo al pelo del Shar Pei. También es una rutina maravillosa escuchar a mi madre decir siempre, llevándose las manos a la cabeza: ¡por Dios!, tú sigue besándote con los perros, verás como tenemos que salir pitando al hospital.

En fin… la vida; tan natural, borrosa y espontánea como estas fotos.











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