«Se
está aquí más solo que en la calle, tan solo como en el desierto», piensa un
bulto, un hombre envuelto en un amplio abrigo de verano, que chupa un cigarro
apoyándose con ambos codos en el hierro frío de un balcón, en el tercer piso.
En la obscuridad de la noche nublada, el fuego del tabaco brilla en aquella
altura como un gusano de luz. A veces aquella chispa triste se mueve, se
amortigua, desaparece, vuelve a brillar».
«Algún viajero que fuma», piensa otro bulto,
dos balcones más a la derecha, en el mismo piso. Y un pecho débil, de mujer,
respira como suspirando, con un vago consuelo por el indeciso placer de aquella
inesperada compañía en la soledad y la tristeza.
«Si
me sintiera muy mal, de repente; si diera una voz para no morirme sola, ese que
fuma ahí me oiría», sigue pensando la mujer, que aprieta contra un busto delicado,
quebradizo, un chal de invierno, tupido, bien oliente.
«Hay un balcón por medio; luego es en el
cuarto número 36. A la puerta, en el pasillo, esta madrugada, cuando tuve que
levantarme a llamar a la camarera, que no oía el timbre, estaban unas botas de
hombre elegante».
El dúo de la tos, Leopoldo Alas Clarín.
Como
diría mi madre, se te ha ido por mal
sitio. Eso ha debido pasarme cuando le he dado un pequeño sorbo al verdejo que estoy tomando. He tenido que
aparcar, unos minutos, la lectura de Silogismos de amargura de E. Cioran hasta
que ha remitido este, mi ataque de tos.
No estoy en el balcón (podría estarlo), pero en Residencial el Carmen las
paredes parecen ser de plástico, y del mismo modo que escucho ladrar todas las
mañanas al perro del vecino del 1ºB, y que ellos me escuchan a mí cantar
fatídicamente, acabo de oír toser al de arriba. Digo él porque la voz es, en apariencia, de
hombre. Grave y rotunda (¿rotunda es un adjetivo que puede acompañar al
sustantivo voz? no lo tengo muy claro…
¿suena bien?). Mi tos ha vuelto y la de él ha ido in crescendo. Hemos recreado el cuento de Clarín en una
ciudad como Cáceres, con algunas modificaciones, claro: en mi caso una copa de
vino semidulce, no un cigarro; en el de él, no lo sé, lo mismo subo mañana a
preguntarle, si no se ha ido. A lo mejor también le preguntó si está enfermo; yo
no.
Hemos sido, por momentos, el dúo de la tos.
Seguro que el bulto del 2º también se siente angustiado en la soledad del silencio
y las sombras.
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