miércoles, 15 de marzo de 2017

Sergio

Es fuerte, valiente, independiente y, aunque últimamente no mucho, totalmente seguro de sus capacidades. Así es un leo según el zodiaco. Así es mi hermano Sergio, que nació un 16 de agosto de 1981.

Cuando yo era pequeña y él tenía unos 16 años no me tenía mucho aprecio. Odiaba que no pudiese parar quieta ni un segundo; ni siquiera para comer. Tampoco le gustaba tener que llevarme siempre con sus amigos cuando mi madre lo empujaba porque me quedaba llorando en casa si no lo hacía. Él y mi hermana Elena se veían obligados siempre. Mi hermano Chané y mi hermano Fay quizá menos porque, por la edad, lograban, quizá, escaparse mejor para no tener que aguantarme. Eran aquellos años en los que yo tenía una amiga invisible llamada Cocacola.

Recuerdo aquel dormitorio con literas y estrellas luminosas en el techo para que la niñata miedosa y cobarde pudiese dormir tranquila. Nunca te importó. Tampoco que me despertase de madrugada cada dos por tres para irme a la cama de nuestros padres, y que encendiese las luces en reiteradas ocasiones. Sí, era pesada sí. Más que mis pesadillas... 

Crecí y seguí pasando tiempo con él;  seguimos creciendo juntos. Horas y horas compartidas de trabajo; un trabajo para el que no me creías capaz cuando con 16 años te dije, por primera vez, que confiaras en mí y me llevaras contigo. 16 horas. Piña, langostino, piña. Se estropeó el lavavajillas de Agrá y subió todo el servicio de allí al Campo del Golf. Creí morir. Tanto que tuve mi primer sueldo guardado en un cajón días y días sin tocarlo; como oro en paño. Ahora no es el Campo de Golf, es Ilunión y el Tiro Pichón, y son siete los años que llevamos discutiendo en la cocina; aunque también son siete los que llevamos riéndonos, trabajando a pie de cañón, inventándonos odas a los días de bodas...

Ahora sí quería llevarme con él. A la Pacha de Torrevieja, por el casco antiguo de Badajoz, las nocheviejas en el pueblo, algunas fiestas en Olivenza, aquellos días de pizzas y york-quesos en el cerro gordo con cierto gordo (:P), y las millones de anécdotas que podría contar aquí si quisiera que esta entrada no tuviese fin.

Él, fuego; yo, agua, según el zodiaco,otra vez. Aunque no lo parezca, nos compenetramos perfectamente. Cuando él arde, yo corro, en su ayuda, para apagarlo. Cuando el agua me arrastra y me lleva, él siempre está para socorrerme y darme calor. Estaremos siempre ahí, el uno para el otro. Estoy segura; él también lo está. Me lo dice mucho; últimamente más. Por eso le tomo la palabra. Tiene que estar, y para estar, hay que ESTAR. SER y ESTAR.







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