miércoles, 23 de agosto de 2017

E.M.C/ E.A.P


Tengo varios apuntes inéditos, ideas en notas y cuadernos que la escritura no culmina, esbozos de sentimientos y más.

Esta que reproduzco a continuación es, concretamente, del 9 de mayo.

“De Emile M. Cioran había leído Silogismos de amargura, un libro del que guardo algunas citas y múltiples enseñanzas. Hoy he empezado En las cimas de la desesperación. Un fragmento del prefacio de esta obra me recuerda a otro de una de las Narraciones Extraordinarias de Edgar Allan Poe. Quizá  sea (o más bien es) absurdo, pero así me ha parecido. E. Cioran confiesa que esta obra es fruto de esas noches infernales en las que las horas ininterrumpidas de vigilia lo enfrentan a su propios demonios, a sus pensamientos.

Sigo pensando que es muy fácil apoyarse en las palabras de otros para decir lo que tú piensas, crees o sientes. De este modo, podríamos decir que todo está dicho ya.”  

Junto a esto, copié dos versos de un poema de William Wordsworth: “La poesía es el aliento/ y el espíritu más delicado de todo saber”. Creo recordar que descubrí a este poeta inglés en la lectura de algunas de las reflexiones de Cioran. No sé.

Hoy, tres meses después, localizo aquel fragmento de Edgar Allan Poe al que aludía el 9 de mayo. Este pertenece al relato “Eleonora”, y dice lo siguiente:

Provengo de una raza distinguida por su fuerza de la imaginación y la viveza de las pasiones. Los hombres me han llamado desequilibrado; pero aún no se ha aclarado el tema de si la demencia es o no la forma más sublime de la inteligencia, si mucho de lo célebre, si todo lo insondable, no surge de una enfermedad de la mente, de estados de ánimo exaltados a expensas del intelecto general. Los que sueñan de día conocen muchas cosas que escapan a los que sueñan únicamente de noche. En sus sombrías visiones obtienen indicios de eternidad y tiemblan, al despertar, descubriendo que han estado al borde del gran secreto. Se adentran, aunque sin timón ni brújula, en el inmenso océano de la “luz inefable”, y de nuevo, como los aventureros del geógrafo nubio, “agressi sunt mare tenebrarum quid in eo esset exploraturi".

Ahora busco el prefacio de En las cimas de la desesperación y E. Ciorán dice lo siguiente:

[…]

El fenómeno capital, el desastre por excelencia es la vigilia ininterrumpida, esa nada sin tregua. Durante horas y horas, en aquella época, me paseaba de noche por las calles desiertas o, a veces, por las que frecuentaban las solitarias profesionales, compañeras ideales en los instantes de supremo desánimo. El insomnio es una lucidez vertiginosa que convertiría el paraíso en un lugar de tortura. Todo es preferible a ese despertar permanente, a esa ausencia criminal del olvido. Fue durante esas noches infernales cuando comprendí la inanidad de la filosofía. Las horas de vigilia son, en el fondo, un interminable rechazo del pensamiento por el pensamiento, son la conciencia exasperada por ella misma, una declaración de guerra, un ultimátum que se da el espíritu a sí mismo. Caminar impide rumiar interrogaciones sin respuesta, mientras que en la cama se cavila sobre lo insoluble hasta el vértigo.

En semejante estado de espíritu concebí este libro, el cual fue para mí una especie de liberación, de explosión saludable. De no haberlo escrito, hubiera, sin duda, puesto un término a mis noches.

Sí, algo tienen que ver estos dos, digo yo.

También encuentro “Oda a la inmortalidad”, un poema de W. Wordsworth que recogí entonces en otro documento.

Aunque el resplandor que
en otro tiempo fue tan brillante
hoy esté por siempre oculto a mis miradas.

Aunque mis ojos ya no
puedan ver ese puro destello
Que en mi juventud me deslumbraba

Aunque nada pueda hacer
volver la hora del esplendor en la yerba,
de la gloria en las flores,
no debemos afligirnos
porqué la belleza subsiste siempre en el recuerdo…

En aquella primera
simpatía que habiendo
sido una vez,
habrá de ser por siempre
en los consoladores pensamientos
que brotaron del humano sufrimiento,
y en la fe que mira a través de la
muerte.

Gracias al corazón humano,
por el cual vivimos,
gracias a sus ternuras, a sus
alegrías y a sus temores, la flor más humilde al florecer,
puede inspirarme ideas que, a menudo
se muestran demasiado profundas
para las lágrimas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario