Tengo varios apuntes inéditos, ideas en notas y cuadernos que
la escritura no culmina, esbozos de sentimientos y más.
Esta que reproduzco a
continuación es, concretamente, del 9 de mayo.
“De
Emile M. Cioran había leído Silogismos de
amargura, un libro del que guardo algunas citas y múltiples enseñanzas. Hoy
he empezado En las cimas de la
desesperación. Un fragmento del prefacio de esta obra me recuerda a otro de
una de las Narraciones Extraordinarias de Edgar Allan Poe. Quizá sea (o más bien es) absurdo, pero así me ha
parecido. E. Cioran confiesa que esta obra es fruto de esas noches infernales
en las que las horas ininterrumpidas de vigilia lo enfrentan a su propios
demonios, a sus pensamientos.
Sigo
pensando que es muy fácil apoyarse en las palabras de otros para decir lo que
tú piensas, crees o sientes. De este modo, podríamos decir que todo está dicho
ya.”
Junto
a esto, copié dos versos de un poema de William Wordsworth: “La poesía es el
aliento/ y el espíritu más delicado de todo saber”. Creo recordar que descubrí
a este poeta inglés en la lectura de algunas de las reflexiones de Cioran. No
sé.
Hoy,
tres meses después, localizo aquel fragmento de Edgar Allan Poe al que aludía el 9 de mayo. Este pertenece al relato “Eleonora”, y dice
lo siguiente:
Provengo
de una raza distinguida por su fuerza de la imaginación y la viveza de las
pasiones. Los hombres me han llamado desequilibrado; pero aún no se ha aclarado
el tema de si la demencia es o no la forma más sublime de la inteligencia, si
mucho de lo célebre, si todo lo insondable, no surge de una enfermedad de la
mente, de estados de ánimo exaltados a expensas del intelecto general. Los que
sueñan de día conocen muchas cosas que escapan a los que sueñan únicamente de
noche. En sus sombrías visiones obtienen indicios de eternidad y tiemblan, al
despertar, descubriendo que han estado al borde del gran secreto. Se adentran,
aunque sin timón ni brújula, en el inmenso océano de la “luz inefable”, y de
nuevo, como los aventureros del geógrafo nubio, “agressi sunt mare tenebrarum
quid in eo esset exploraturi".
Ahora
busco el prefacio de En las cimas de la
desesperación y E. Ciorán dice lo siguiente:
[…]
El
fenómeno capital, el desastre por excelencia es la vigilia ininterrumpida, esa
nada sin tregua. Durante horas y horas, en aquella época, me paseaba de noche
por las calles desiertas o, a veces, por las que frecuentaban las solitarias
profesionales, compañeras ideales en los instantes de supremo desánimo. El
insomnio es una lucidez vertiginosa que convertiría el paraíso en un lugar de
tortura. Todo es preferible a ese despertar permanente, a esa ausencia criminal
del olvido. Fue durante esas noches infernales cuando comprendí la inanidad de
la filosofía. Las horas de vigilia son, en el fondo, un interminable rechazo
del pensamiento por el pensamiento, son la conciencia exasperada por ella
misma, una declaración de guerra, un ultimátum que se da el espíritu a sí
mismo. Caminar impide rumiar interrogaciones sin respuesta, mientras que en la
cama se cavila sobre lo insoluble hasta el vértigo.
En
semejante estado de espíritu concebí este libro, el cual fue para mí una
especie de liberación, de explosión saludable. De no haberlo escrito, hubiera,
sin duda, puesto un término a mis noches.
Sí,
algo tienen que ver estos dos, digo yo.
También
encuentro “Oda a la inmortalidad”, un poema de W. Wordsworth que recogí
entonces en otro documento.
Aunque el resplandor que
en otro tiempo fue tan brillante
hoy esté por siempre oculto a mis
miradas.
Aunque mis ojos ya no
puedan ver ese puro destello
Que en mi juventud me deslumbraba
Aunque nada pueda hacer
volver la hora del esplendor en la
yerba,
de la gloria en las flores,
no debemos afligirnos
porqué la belleza subsiste siempre
en el recuerdo…
En aquella primera
simpatía que habiendo
sido una vez,
habrá de ser por siempre
en los consoladores pensamientos
que brotaron del humano sufrimiento,
y en la fe que mira a través de la
muerte.
Gracias al corazón humano,
por el cual vivimos,
gracias a sus ternuras, a sus
alegrías y a sus temores, la flor
más humilde al florecer,
puede inspirarme ideas que, a
menudo
se muestran demasiado profundas
para las lágrimas.
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