jueves, 24 de agosto de 2017

No encontré flores para mi padre (II)

 Otra vez rojos y blancos, como siempre. Pensé, aunque no me gustan- a decir verdad no me gustan de ninguna de las maneras; a ti tampoco te gustaban-, ponértelas artificiales porque con el calor de estos días iban a durar menos de lo habitual, pero G. me dijo que, de plástico, solo los tenía rojos. “Haz entonces un centro natural, pero con claveles rojos y blancos” dije. “A primera hora de la tarde te lo tengo listo; a las 18:00”-dijo. “Es absurdo- pensé después-; podía haber hecho un centro con claveles rojos y otras flores”. No es absurdo, no; no lo es.

Antes de ir a la floristería pasé por el cementerio y cogí el recipiente para hacer el centro. Entré, como siempre, por la puerta de abajo, esa que me lleva directa a ti. Mientras llegaba a tu tumba miraba otras; leí en algunas los apellidos Vidigal, Gamero y Figueredo. “Qué casualidad” pensé.  La misma casualidad que descubrí cuando ya estaba frente a ti y leí: José Dordio Vidigal. 24/12/2012.  24, como hoy, pero hoy no es nochebuena. Después de limpiar la lápida y quitar las flores secas del centro, me dirigía al coche cuando, casi en la puerta, vi otra tumba que llamó mi atención: “J.A.V. Dor…” “Imposible”, pensé. Me acerqué, aparté las rosas blancas de plástico que cubrían el segundo apellido y leí lo que intuía que iba a leer: Dordio; J.A.V. Dordio.   

Volveré a las 18:00 para colocar el centro de claveles rojos y blancos. Volveré a leer los apellidos Vidigal, Gamero y Figueredo. Volveré a ver la tumba de J.A.V. Dordio. Y cuando haya hecho todo esto, volveré también, como siempre, a depositar un clavel rojo en el monumento en honor a los caídos en la Guerra Civil española. Después me iré, pero no tardaré en volver; no tardaré en volver portando en mis manos un recipiente con flores rojas y blancas para ti, siempre para ti, como llevo haciendo estos casi cinco años ya, papá. 

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