Antes
de ir a la floristería pasé por el cementerio y cogí el recipiente para hacer
el centro. Entré, como siempre, por la puerta de abajo, esa que me lleva directa
a ti. Mientras llegaba a tu tumba miraba otras; leí en algunas los apellidos Vidigal,
Gamero y Figueredo. “Qué casualidad” pensé. La misma casualidad que descubrí cuando ya estaba frente a ti y leí: José Dordio Vidigal. 24/12/2012.
24, como hoy, pero hoy no es nochebuena.
Después de limpiar la lápida y quitar las flores secas del centro, me dirigía
al coche cuando, casi en la puerta, vi otra tumba que llamó mi atención: “J.A.V.
Dor…” “Imposible”, pensé. Me acerqué, aparté las rosas blancas de plástico que
cubrían el segundo apellido y leí lo que intuía que iba a leer: Dordio; J.A.V. Dordio.
Volveré
a las 18:00 para colocar el centro de claveles rojos y blancos. Volveré a leer
los apellidos Vidigal, Gamero y Figueredo. Volveré a ver la tumba de J.A.V. Dordio.
Y cuando haya hecho todo esto, volveré también, como siempre, a depositar un
clavel rojo en el monumento en honor a los caídos en la Guerra Civil española.
Después me iré, pero no tardaré en volver; no tardaré en volver portando en mis
manos un recipiente con flores rojas y blancas para ti, siempre para ti, como
llevo haciendo estos casi cinco años ya, papá.
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