Difícil es saber
a quien hay que invocar.
Cada vez que lo hacemos
surge el espacio del vacío
y allí ante nuestra voz
nunca está lo nombrado.
Ah de la orfandad de la súplica,
de la palabra que a ser llamada aspira,
del corazón que se ha atrevido
a ofrecerse a ese tú
que no muestra tu rostro
Señales
(1997) de José Luis Puerto.
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