No
me gustaría perderme la presentación de este monográfico a cargo de Álvaro
Valverde en el Múseo Extremeño e Iberoamericano de Arte Contemporáneo (MEIAC),
en Badajoz, el próximo martes 28 de marzo. Tampoco quiero dejar pasar la
oportunidad de obtener el número de la revista “Turia” (121-122) donde no solo encontramos la participación de Landero como invitado de honor y protagonista, sino
la de doce autores de distintos países “que permitirá a los lectores
conocer más y mejor las claves de su obra y su personalidad”. Encontramos, también, una amplia conversación de Emma Rodríguez con Luis Landero, ¡qué ganas
de leerla!
Además
del monográfico dedicado al autor, el número nos ofrece la posibilidad de
acercarnos a las letras extremeñas actuales incluyendo los
textos de “25 autores de calidad contrastada”.
“Devaneos
del lector”es un ensayo inédito que también se publica en este volumen de la
revista “Turia” y del que nos
proporcionan un adelanto en la noticia de la presentación de este. Reproduzco
aquí el texto:
Yo, en principio,
quería hablaros de las cosas pequeñas de la literatura. Por eso me compré un
cuadernito donde escribir algo sobre la fascinación literaria que ejercen sobre
mí los detalles. Yo amo los detalles, como escritor, como lector, como
profesor. Pero no el detalle aislado y un tanto gratuito (el brillo de una
frase, por ejemplo, o la mera ingeniosidad), sino el detalle capaz de crear un personaje,
o una atmósfera, o de atrapar algún matiz insólito del alma o de la realidad
exterior, el detalle narrativamente potente, significativo, de esos que leemos
una vez y ya no olvidamos nunca.
Si nos fijamos, también la memoria, en la
vida real, funciona así, con detalles cargados de sugerencia, de significados.
Recordamos un olor, un sabor, un rostro, la pesadumbre de una lejana tarde de
lluvia, el sonido de una campana, y a veces es solo una sensación casi
inefable, una sensación que es la experiencia destilada en el alma y hecha ya
sentimiento. A veces vivimos sucesos importantes, y al final lo que queda son
detalles que no parecían destinados a perpetuarse, detalles un tanto
caprichosos, y gracias a los cuales podemos reconstruir nuestro pasado. Yo me
acuerdo que en 1971 fui a Argel a tocar la guitarra con un grupo flamenco. Nos
recibió el presidente Bumediam en el “Palais du Peuple”, y hubo otros hechos
memorables que no vienen al caso. Pero el recuerdo más tenaz, más vívido, es el
de unos niños que, en una plaza enfrente del palacio, disparaban con tirachinas
a los pájaros que empezaban a acomodarse en los árboles para dormir. No hace
falta citar a Proust ni a Antonio Machado para saber que la memoria es poética,
y lo es por la depuración y selección imprevisibles que hace de nuestras
vivencias.
Me pregunto qué huellas quedarán en
nosotros de este día en que escribo estas líneas, o en que tú, lector, las
están leyendo, dentro de diez o quince años, si es que vivimos para recordarlo.
Lo más probable es que permanezca vinculada a algún detalle menor, del que en
este momento acaso no somos ni siquiera conscientes. Lo que sí sé es que en ese
detalle estará para entonces el embrión de un poema, si sabemos escribirlo.
Y eso, claro está, ocurre también en los
libros. Leemos libros magníficos, y ¿qué queda de la lectura al cabo de los
años? Determinadas escenas, determinados detalles. Y de eso es de lo que yo
quería hablar: de los mejores despojos de mi naufragio de lector.
En el borrador que hice para este breve
ensayo, que en realidad aspira a ser una charla amigable del lector que yo soy
con el lector que me lee a mí, empecé a apuntar algunos y, no sé por qué,
cuando me di cuenta, llevaba media docena y todos estaban relacionados con algún
personaje femenino. Entonces decidí hablar de algunas de las mujeres que más me
han seducido en la literatura. No voy a hacer, desde luego, una relación
exhaustiva de mi donjuanismo literario, porque eso (con perdón) sería el cuento
de nunca acabar, sino solo de las que se me vayan viniendo a la cabeza durante
el tiempo que dure este vagabundeo por mi memoria literaria.
Si a mí me concediesen el don de
convertirme en una criatura literaria, yo elegiría ser el rey Shariar. Este es
uno de los hombres más afortunados que hayan existido nunca, porque se casó con
una joven muy bella, que además tenía en su casa un millón de libros, y los
había leído y los había memorizado todos, y era la mejor contadora de historias
de la que los siglos tienen noticias. Se llamaba Scherazade, claro está, y yo
creo que solo hay un hombre que la hubiese merecido de verdad: don Quijote. A
la mejor narradora hay que casarla con el mejor lector. Hubieran sido las
criaturas más felices del mundo. ¿Cómo sería la voz de Scherazade? Yo me la
imagino cálida, viva, insinuante, capaz de muchos matices, y desde luego muy
seductora. Scherazade salva la vida gracias a su talento narrativo. En las Mil
y una noches hay bastantes personajes que salvan el pellejo gracias a que se
saben una buena historia. Los reyes más crueles se vuelven magnánimos cuando
alguien los embauca con un relato bien urdido. No dicen: “La bolsa o la vida”,
sino: “El cuento o la vida”. Y es que las palabras, cuando están bien puestas
una detrás de otra, tienen un gran poder. Celestina embrolla a sus víctimas con
palabras, y esa es su mejor magia. Don Quijote y Emma Bovary pierden el sentido
de la realidad cotidiana, y fundan otra imaginaria, porque son lectores que
también sucumben al hechizo de los relatos. Hasta Sancho, para no quedarse solo
en la noche temerosa de los batanes, retiene a su amo con el señuelo de un
cuento extravagante. Otelo seduce a Desdémona con palabras; Iago envenena el
alma de Otelo con palabras; Otelo se entrega al placer morboso y terrible de
convertir a su mujer en una puta, y todo gracias al poder de las palabras.
Todos se cuentan historias y todos acaban siendo destruidos por las historias.
El detalle de atrapar algún matiz
insólito del alma… ¿todo lo que
escribe este hombre es una maravilla o soy yo que no puedo ser ya objetiva?
Como
me dice Sandra, soy MUY FAN, y como reconoce Elvire Gómez Vidal (hispanista
francesa que ha coordinado el monográfico):
Landero ha sabido
crear un universo novelesco propio que deslumbra, despierta la curiosidad del
lector, y lo alienta a relecturas por los descubrimientos sucesivos de datos, ideas, hilos narrativos
que no había captado en un primer momento.
Son
pocas las veces que me sumerjo yo en Retrato de un hombre inmaduro. Hay
fragmentos que podría saberme mejor que el Padrenuestro en su día…