jueves, 30 de marzo de 2017

Noches con Cernuda

NO DECÍA PALABRAS

No decía palabras,
Acercaba tan sólo su cuerpo interrogante,
Porque ignoraba que el deseo es una pregunta
Cuya respuesta no existe,
Una hoja cuya rama no existe,
Un mundo cuyo cielo no existe.

La angustia se abre paso entre los huesos,
Remonta por las venas
Hasta abrirse en la piel,
Surtidores de sueño
Hechos carne en interrogación vuelta a las nubes.

Un roce al paso,
Una mirada fugaz entre las sombras,
Bastan para que el cuerpo se abra en dos,
Ávido de recibir en sí mismo
Otro cuerpo que sueñe;
Mitad y mitad; sueño y sueño, carne y carne;
Iguales en figura, iguales en amor, iguales en deseo.

Aunque sólo sea una esperanza,
Porque el deseo es una pregunta cuya respuesta nadie sabe.



SI EL HOMBRE PUDIERA DECIR

Si el hombre pudiera decir lo que ama,
Si el hombre pudiera levantar su amor por el cielo
Como una nube en la luz;
Si como muros que se derrumban,
Para saludar la verdad erguida en medio,
Pudiera derrumbar su cuerpo, dejando solo la verdad de su amor,
La verdad de sí mismo,
Que no se llama gloria, fortuna o ambición,
Sino amor o deseo,
Yo sería aquel que imaginaba;
Aquel que con su lengua, sus ojos y sus manos
Proclama ante los hombres la verdad ignorada,
La verdad de su amor verdadero.

Libertad no conozco sino la libertad de estar preso en alguien
Cuyo nombre no puedo oír sin escalofrío;
Alguien por quien me olvido de esta existencia mezquina,
Por quien el día y la noche son para mí lo que quiera,
Y mi cuerpo y espíritu flotan en su cuerpo y espíritu
Como leños perdidos que el mar anega o levanta
Libremente, con la libertad del amor,
La única libertad que me exalta,
La única libertad por que muero.

Tú justificas mi existencia:
Si no te conozco, no he vivido;
Si muero sin conocerte, no muero, porque no he vivido.


Los placeres prohibidos (1931), Luis Cernuda


Tampoco

Todavía recuerdo el olor a gasolina que desprendía tu traje naranja y rojo, y el sabor de los toblerones que me traías a casa cuando terminaba tu jornada laboral. Seguí disfrutando de esos colores en un cuerpo más débil y anciano hasta hace unos años. Los he vuelto a ver en casa, pero ya no están llenos de vida. Tampoco los programas que veíamos mientras mamá nos decía: “Quitad eso de ahí, siempre estáis viendo esas tonterías en la televisión”. Ni tu voz para quejarte del humo del tabaco que tanto odiabas o para recetarnos, siempre, voltarén como solución a todos los males. Tampoco el entusiasmo cuando el Barça jugaba; ese entusiasmo con el que “un espontaneo salta al campo…” apareció en el periódico cuando el equipo, por entonces de segunda división, vino a Badajoz. Tú siempre fuiste de primera. Ni la radio y la botella de agua cuando te ibas a la cama. Tampoco tu plato de tomate, anchoas y seis aceitunas para cenar, la mayoría de las veces. Ni tus Roky que ahora utilizan tantas personas, pero ninguna tiene tu voz; nadie suena como tú. Tampoco tu manía de madrugar tanto para salir con la Leo, ir a comprarme la fruta que me traía los domingos a Cáceres, o visitar por mí, siempre o casi siempre, la consulta de Fernando. Tampoco tus historias. Ni las estrellas fugaces. Tampoco todo lo quedaba por vivir, hacer y decir.

Pero te sigo viendo y sigues estando siempre…

“yo extraía del mundo material un sentimiento como el que sentía siempre, dentro de mí, frente a sus grandes y brillantes ojos. Sin embargo, no podía definir ese sentimiento o analizarlo, o simplemente percibirlo con calma. Lo reconocía, repito, algunas veces, en la observación de una viña que crecía rápidamente, en la contemplación de una falena, de una mariposa, de una crisálida, de un arroyo. Lo he sentido en el océano, en la caída de un meteoro. Y hay una o dos estrellas en el cielo en cuyo estudio telescópico he descubierto ese sentimiento. Me ha colmado el escuchar ciertos sones de instrumentos de cuerda, y no pocas veces el leer pasajes de determinados libros”.
Ligeia, Edgar Allan Poe



miércoles, 29 de marzo de 2017

Retratos

Este blog es también un homenaje a Luis Landero, como el que tuvo lugar ayer en el MEIAC de Badajoz. No igual, por supuesto, ni de la misma calidad poética.

Retrato de una mujer inmadura nace con la pretensión de convertirse en un espacio donde guardar los recuerdos de manera desordenada. Esto lo encontramos, también, en Retrato de un hombre inmaduro de Luis Landero, obra en la que el protagonista narra sus recuerdos sin ceñirse a un orden establecido ni a una linealidad temporal, es decir, “al azar de la memoria". Cuenta sus aventuras de manera espontánea y natural en “el curso de la que muy probablemente sea su última noche en este mundo”. La manera de decir no es igual, por supuesto, ni de la misma calidad poética. Tampoco las circunstancias; espero que esta no sea mi última noche, aunque ¡a saber!, porque "Dios ha muerto, Nietzsche ha muerto y yo no gozo de buena salud”. A saber…

Leí esta obra en segundo de carrera y, desde entonces, no he dejado de leerla en todos estos años. Ya cuatro.

Las palabras de Luis Landero formaron parte de mi discurso personal en un día tan especial como el de mi graduación. No hubiese podido elegir mejor, estoy segura. Siguen formando parte de mi vida y de mi día a día, tanto que no solo me sé de memoria algunas fragmentos de su obra sino que acudo a ellos con frecuencia. Luis Landero es, como dijo Álvaro Valverde, “símbolo de nuestra forma de ser y conducirnos”.

Pero, antes de seguir, permítame una reflexión…

Creo firmemente que la vida está llena de casualidades maravillosas. Lo mismo pensé hace cuatro años cuando me topé con su obra en un momento delicado en mi vida; lo mismo pensé ayer cuando observé cómo Luis Landero estampaba, en esta, unas líneas especiales para el recuerdo. Podía haberlo hecho en una de las otras dos obras que llevé (Juegos de la edad tardía y La vida negociable), pero no, fue en Retrato de un hombre inmaduro.

Escucharlo es, siempre, un placer. Espero seguir teniendo la oportunidad de hacerlo a través de sus textos; esos que nos permiten, también, escucharnos a nosotros mismos.

Pero ¿de qué estábamos hablando?...















martes, 28 de marzo de 2017

Miguel Hernández

75 años de la muerte de uno de los grandes poetas del siglo XX.

In memoriam

"Yo no quiero más luz que tu cuerpo ante el mío:
claridad absoluta, transparencia redonda.
Limpidez cuya extraña, como el fondo del río,
con el tiempo se afirma, con la sangre se ahonda.

¿Qué lucientes materias duraderas te han hecho,
corazón de alborada, carnación matutina?
Yo no quiero más día que el que exhala tu pecho.
Tu sangre es la mañana que jamás se termina.

No hay más luz que tu cuerpo, no hay más sol: todo ocaso.
Yo no veo las cosas a otra luz que tu frente.
La otra luz es fantasma, nada más, de tu paso.
Tu insondable mirada nunca gira al poniente.

Claridad sin posible declinar. Suma esencia
del fulgor que ni cede ni abandona la cumbre.
Juventud. Limpidez. Claridad. Transparencia
acercando los astros más lejanos de lumbre.

Claro cuerpo moreno de calor fecundante.
Hierba negra el origen; hierba negra las sienes.
Trago negro los ojos, la mirada distante.
Día azul. Noche clara. Sombra clara que vienes.

Yo no quiero más luz que tu sombra dorada
donde brotan anillos de una hierba sombría.
En mi sangre, fielmente por tu cuerpo abrasada,
para siempre es de noche: para siempre es de día".


La cantidad de mundos...

domingo, 26 de marzo de 2017

Quien lo probó lo sabe

“Desmayarse, atreverse, estar furioso,
 áspero, tierno, liberal, esquivo,
 alentado, mortal, difunto, vivo,
 leal, traidor, cobarde y animoso;

no hallar fuera del bien centro y reposo,
 mostrarse alegre, triste, humilde, altivo,
 enojado, valiente, fugitivo,
 satisfecho, ofendido, receloso;

huir del rostro al claro desengaño,
 beber veneno por licor suave,
 olvidar el provecho, amar el daño;

creer que un cielo en un infierno cabe,
 dar la vida y el alma a un desengaño,
 esto es amor: quien lo probó lo sabe”

                                                                         Lope de Vega

viernes, 24 de marzo de 2017

O futuro

Hay una nada sin más, y otra
que lo contempla todo.
Allí está nuestra casa.

Donde nos gusta
no insistir en el hecho
de que somos efímeros,
cruzar la muerte
sin encender la última cerilla.

Mirar hacia la plaza
sin motivo.
notar que las acacias
vecinas han crecido,
tras la última poda, más que nunca.

Sus ramas juegan a intentar tocarse
como perros y niño
juegan a perseguir lo que les huye:
burbujas de jabón,
unas palomas.

Los viejos se ensimisman
en las generaciones
de chicles adheridos junto al banco
donde se sientan juntos
a compartir rumor.

Las antenas, entre los edificios,
apuntan a la perfección,
y al noroeste.

Como la vértebra de calderón
que cogiste de niña en los escollos,
y el fósil de bivaldo,
y el del erizo,
obras maestras de quién sabe.

Pasan coches patrulla y ambulancias,
se oye hablar en seis
o siete lenguas
de comida y bebida, de dinero.

Y una actriz disfrazada de quién sabe
entretiene a las jóvenes familias
con cuentos proverbiales, resumidos
en gestos que no alzanzo
a entender, pero soy
capaz de transcribir:

“y con todo,
llegaron al fin a estar tranquilos,
controlar el azar, ser lo que eran.

Donde se cumplen siempre porque son
iguales las hipótesis
y las profecías.

Donde permanecieron siempre,
por haber demostrado ser capaces de amar
cualquier cosa,
matar por cualquier cosa,

con tal de no morir por cualquier cosa."   
                                                                            O futuro, Abraham Gragera







La familia de Pascual Duarte


“Para nada nos vale el apretar el paso al vernos sorprendidos en el medio de la llanura por la tormenta. Nos mojamos lo mismo y nos fatigamos mucho más. Las centellas nos azaran, el ruido de los truenos nos destempla y nuestra sangre, como incomodada, nos golpea las sienes y la garganta”.
                                                          
                                                                                                         Camilo José Cela




jueves, 23 de marzo de 2017

Porque existes

"Pero yo te amo.
Y en silencio caminar contigo
erige lo que ya te pertenece,
esta mano donde el alma
vierte el aroma y las sustancias,
lo frágil que se encierra en nuestra piel.

Y el mundo,
y tus manos:


todo aquí se ilumina porque existes".
                                                                                  
                                                                             El vuelo y la mirada, Luis Llorente





miércoles, 22 de marzo de 2017

Luis Landero en "Turia"

No me gustaría perderme la presentación de este monográfico a cargo de Álvaro Valverde en el Múseo Extremeño e Iberoamericano de Arte Contemporáneo (MEIAC), en Badajoz, el próximo martes 28 de marzo. Tampoco quiero dejar pasar la oportunidad de obtener el número de la revista “Turia” (121-122) donde no solo encontramos la participación de Landero como invitado de honor y protagonista, sino la de doce autores de distintos países “que permitirá a los lectores conocer más y mejor las claves de su obra y su personalidad”.  Encontramos, también, una amplia conversación de Emma Rodríguez con Luis Landero, ¡qué ganas de leerla!

Además del monográfico dedicado al autor, el número nos ofrece la posibilidad de acercarnos a las letras extremeñas actuales incluyendo los textos de  “25 autores de calidad contrastada”.

“Devaneos del lector”es un ensayo inédito que también se publica en este volumen de la revista “Turia” y del que nos proporcionan un adelanto en la noticia de la presentación de este. Reproduzco aquí el texto:

Yo, en principio, quería hablaros de las cosas pequeñas de la literatura. Por eso me compré un cuadernito donde escribir algo sobre la fascinación literaria que ejercen sobre mí los detalles. Yo amo los detalles, como escritor, como lector, como profesor. Pero no el detalle aislado y un tanto gratuito (el brillo de una frase, por ejemplo, o la mera ingeniosidad), sino el detalle capaz de crear un personaje, o una atmósfera, o de atrapar algún matiz insólito del alma o de la realidad exterior, el detalle narrativamente potente, significativo, de esos que leemos una vez y ya no olvidamos nunca.
    Si nos fijamos, también la memoria, en la vida real, funciona así, con detalles cargados de sugerencia, de significados. Recordamos un olor, un sabor, un rostro, la pesadumbre de una lejana tarde de lluvia, el sonido de una campana, y a veces es solo una sensación casi inefable, una sensación que es la experiencia destilada en el alma y hecha ya sentimiento. A veces vivimos sucesos importantes, y al final lo que queda son detalles que no parecían destinados a perpetuarse, detalles un tanto caprichosos, y gracias a los cuales podemos reconstruir nuestro pasado. Yo me acuerdo que en 1971 fui a Argel a tocar la guitarra con un grupo flamenco. Nos recibió el presidente Bumediam en el “Palais du Peuple”, y hubo otros hechos memorables que no vienen al caso. Pero el recuerdo más tenaz, más vívido, es el de unos niños que, en una plaza enfrente del palacio, disparaban con tirachinas a los pájaros que empezaban a acomodarse en los árboles para dormir. No hace falta citar a Proust ni a Antonio Machado para saber que la memoria es poética, y lo es por la depuración y selección imprevisibles que hace de nuestras vivencias.
    Me pregunto qué huellas quedarán en nosotros de este día en que escribo estas líneas, o en que tú, lector, las están leyendo, dentro de diez o quince años, si es que vivimos para recordarlo. Lo más probable es que permanezca vinculada a algún detalle menor, del que en este momento acaso no somos ni siquiera conscientes. Lo que sí sé es que en ese detalle estará para entonces el embrión de un poema, si sabemos escribirlo.
    Y eso, claro está, ocurre también en los libros. Leemos libros magníficos, y ¿qué queda de la lectura al cabo de los años? Determinadas escenas, determinados detalles. Y de eso es de lo que yo quería hablar: de los mejores despojos de mi naufragio de lector.
    En el borrador que hice para este breve ensayo, que en realidad aspira a ser una charla amigable del lector que yo soy con el lector que me lee a mí, empecé a apuntar algunos y, no sé por qué, cuando me di cuenta, llevaba media docena y todos estaban relacionados con algún personaje femenino. Entonces decidí hablar de algunas de las mujeres que más me han seducido en la literatura. No voy a hacer, desde luego, una relación exhaustiva de mi donjuanismo literario, porque eso (con perdón) sería el cuento de nunca acabar, sino solo de las que se me vayan viniendo a la cabeza durante el tiempo que dure este vagabundeo por mi memoria literaria.
    Si a mí me concediesen el don de convertirme en una criatura literaria, yo elegiría ser el rey Shariar. Este es uno de los hombres más afortunados que hayan existido nunca, porque se casó con una joven muy bella, que además tenía en su casa un millón de libros, y los había leído y los había memorizado todos, y era la mejor contadora de historias de la que los siglos tienen noticias. Se llamaba Scherazade, claro está, y yo creo que solo hay un hombre que la hubiese merecido de verdad: don Quijote. A la mejor narradora hay que casarla con el mejor lector. Hubieran sido las criaturas más felices del mundo. ¿Cómo sería la voz de Scherazade? Yo me la imagino cálida, viva, insinuante, capaz de muchos matices, y desde luego muy seductora. Scherazade salva la vida gracias a su talento narrativo. En las Mil y una noches hay bastantes personajes que salvan el pellejo gracias a que se saben una buena historia. Los reyes más crueles se vuelven magnánimos cuando alguien los embauca con un relato bien urdido. No dicen: “La bolsa o la vida”, sino: “El cuento o la vida”. Y es que las palabras, cuando están bien puestas una detrás de otra, tienen un gran poder. Celestina embrolla a sus víctimas con palabras, y esa es su mejor magia. Don Quijote y Emma Bovary pierden el sentido de la realidad cotidiana, y fundan otra imaginaria, porque son lectores que también sucumben al hechizo de los relatos. Hasta Sancho, para no quedarse solo en la noche temerosa de los batanes, retiene a su amo con el señuelo de un cuento extravagante. Otelo seduce a Desdémona con palabras; Iago envenena el alma de Otelo con palabras; Otelo se entrega al placer morboso y terrible de convertir a su mujer en una puta, y todo gracias al poder de las palabras. Todos se cuentan historias y todos acaban siendo destruidos por las historias.

El detalle de atrapar algún matiz insólito del alma… ¿todo lo que escribe este hombre es una maravilla o soy yo que no puedo ser ya objetiva?

Como me dice Sandra, soy MUY FAN, y como reconoce Elvire Gómez Vidal (hispanista francesa que ha coordinado el monográfico):

Landero ha sabido crear un universo novelesco propio que deslumbra, despierta la curiosidad del lector, y lo alienta a relecturas por los descubrimientos sucesivos de datos, ideas, hilos narrativos que no había captado en un primer momento.

Son pocas las veces que me sumerjo yo en Retrato de un hombre inmaduro. Hay fragmentos que podría saberme mejor que el Padrenuestro en su día…



Hoy sigue siendo poesía

 Ayer fue el día mundial de la poesía. 

También el cumpleaños de Carmen, a quien de pequeña apodaron “Mini-Mabel”. La tercera. Catorce añitos ya. Tita por tres; tita de tres. ¡Qué felicidad! Y más felicidad aun cuando empiezan a dibujarse sus rasgos y son similares a los tuyos, cuando descubres que hasta la mancha de nacimiento está ubicada en el mismo lugar de vuestros cuerpos (con la única diferencia del tamaño). Pero ella es siempre una versión mejorada, muy mejorada.

Fue también mi primer día de prácticas como docente en el IES Profesor Hernández Pacheco. Caras nuevas. Tuve la impresión de que les interesaba lo que les estaba contando (¡sabe Dios cuan bien mienten!) y me hicieron sentir tan bien que los nervios tan estúpidos que llevo arrastrando los cuatro años de carrera y dos de máster, desaparecieron por completo. Dos sesiones con jóvenes participativos y lindos; muy lindos. Me hubiese quedado allí contándoles cualquier estupidez aunque no llevase nada más preparado…con ellos, en el día mundial de la poesía. Leyendo algunos versos, seguro.

Ayer fue también el día mundial del Síndrome de Down. Recuerdo las lágrimas de Elena aquel caluroso día de verano. Es un ángel, dije. Lo dije sin conocerlo; conociendo solo a sus padres y sabiendo que no podría haber nacido en una familia mejor. Cuando lo vi supe que lo que había dicho días antes era completamente cierto. Adrián es luz. También conocí unas semanas antes de acabar las clases del MUFPES, en un viaje desde la cruz hasta la facultad,  a un chico con Sindrome de Down que cogió el autobús en múltiples. Se sentó conmigo y puso color a un día que hasta entonces estaba siendo muy gris para mí. Me preguntó qué música estaba escuchando. Me quité los cascos y mantuvimos una conversación muy amable e interesante. Cuando me di cuenta, él tenía que bajarse en su parada y yo me quedaba sola y triste otra vez. Gracias.

Ayer fue el día mundial de la poesía y Sandra y yo fuimos al acto que se celebró en la Biblioteca Pública de Cáceres (Antonio Rodríguez-Moñino y María Brey). Como dijo Eduardo Moga, no hay mayor reivindicación en el día mundial de la poesía que leerla y escucharla. Y a eso fuimos.
Y hoy ya no es el día mundial de la poesía pero la vida sigue siendo poesía. Lo ha sido caminar desde casa hasta la estación de autobuses bajo la atenta mirada de quienes quizá no entendían que, con un paraguas en la mano, prefiriese disfrutar bajo la amable lluvia.  Y es que “tú dices que amas la lluvia, sin embargo usas un paraguas cuando llueve”.

 Hoy sigue siendo poesía. Lo ha sido hacer un viaje de una hora en autobús escribiendo parte de esta entrada y leyendo la antología de poetas de los cincuenta que compré la última vez que estuve en Boxoyo. Pandémica y Celeste (Que sus misterios,/ como dijo el poeta, son del alma,/ pero un cuerpo es el libro en que se leen./) de Gil de Biedma. Sublime.

Hoy sigue siendo poesía. Lo será esta tarde cuando vuelva a una de mis librerías preferidas de Badajoz; esa que quise visitar la semana pasada y estaba cerrada. Entre libros, inteligencia e historias. Perfecto.

Hoy sigue siendo poesía. Lo será cuando vuelva a casa a recoger mis volúmenes de Quevedo y Góngora para explicar la Lírica Barroca la semana que viene a mis alumnos.

Hoy sigue siendo poesía… hoy y siempre, poesía. 

martes, 21 de marzo de 2017

Día mundial de la poesía

Cuando la noche se inclina y parece que pronuncia tu nombre, hundes tus manos en la 
oscuridad y buscas a tientas el cuerpo inabarcable de tu memoria.

Ese pálpito en la punta de los dedos, la densa respiración de todo cuanto existe, te obliga a permanecer en la sombra.

Ninguna imagen tiembla en el espejo. Ninguna superficie se apiada de ti.

Todo está vuelto sobre sí mismo y nada consigue reflejarte. Una pausa, y el tiempo
 detenido cae sobre tu silencio.

Cuántas palabras a punto de oscurecerse bajo tu lengua. Cuánto deseo en los ojos que 
se abren por última vez.

Apártate un poco y comprende que nada podría ser el inicio ni el centro 
en este cuarto cerrado. Que todo será dicho de golpe en medio de la sombra
 y muy lentamente.
                                                                                                                 Lucia Estrada




lunes, 20 de marzo de 2017

El monarca de las sombras

A veces creemos que en la televisión echan solo telebasura. El otro día lo pensaba cuando estaba a punto de apagar el televisor y, de repente, escuché en la cuatro, para mi sorpresa, que el autor de Soldados de Salaminas había publicado su nueva obra, El monarca de las sombras, en febrero (si no recuerdo mal) de este mismo año. Y yo sin enterarme. ¿He estado ciega todo este tiempo?, ¿Se puede ser más estúpida?, la respuesta es evidente. Son muchos los días a la semana que entro, por cualquier razón, en una librería; motivo más que suficiente para haber visto ya el libro en el estante concerniente a novedades, por ejemplo.

Para mi sorpresa porque no sabía que Javier Cercas estrenaba obra y porque, sinceramente, no esperaba oír una noticia así en la televisión. En la cuatro precisamente. Tanto que cambié la televisión de canal (uno más adelante) para comprobar en qué canal estaba. Se pasó a Telecinco.

-De mal en peor, dije. Nadie contestó; estaba sola.


domingo, 19 de marzo de 2017

Nada otra vez

Al final era verdad lo que decía en una de mis entradas anteriores, que cuando bajase al pueblo me iba a poner como una loca a buscar Nada de Carmen Laforet para perderme en sus páginas. Lo que no sabía entonces es que iba a tener el placer de explicar esta obra a los que, durante un mes y medio, serán mis alumnos.

Ayer, después de ser recibida por mis osos-perros-leones, y de besar a mamá, me dirigí a mi habitación a ver mis libros. Otra costumbre que adoro. Busqué Nada y lo localicé enseguida. Manías de quien suele acordarse de la edición en la que compró sus joyas y las reconoce, rápidamente, al ver su lomo.

Lo único que tenía claro ayer por la noche era cómo iba a plantear mi clase esta mañana cuando me pusiese a trabajar sobre ella, y así ha sido. Textos.

Tengo que explicar la novela de posguerra y apoyarme en un texto. Pues, como a mí me gusta hacerlo todo al revés siempre y, a decir verdad, tampoco me ha ido tan mal, voy a llevar un Power Point con dos apuntes teóricos y nueve fragmentos sobre la obra.  Los dos apuntes teóricos lo único que me permiten es situar la obra dentro de un contexto histórico, social y cultural para que los alumnos puedan entender todo lo que viene después. A partir de ahí, yo leo los fragmentos en voz alta, ellos escuchan, deducen, reflexionan, y, al final, hablan. Tal que así. Bien creo que en los fragmentos que he seleccionado los alumnos pueden identificar características fundamentales de la novela de posguerra, concretamente de la existencial.

Pensaba que iba a volver a estas páginas por el mero placer de recrearme en la lectura de esta, la obra que leí hace cuatro años, pero no. He vuelto también empujada por la necesidad que imponen las obligaciones. ¡Benditas obligaciones!

Ahora me acuerdo de una conversación que, no hace muchos días, tuve con Sandra. Recordamos las clases y los exámenes orales con J.L.B. en segundo de carrera sobre Literatura Contemporánea. Sandra y yo comentábamos aquel examen sobre la Generación del 27. Recuerdo la sensación horrible, antes de entrar en el aula. Creía ser un cordero a punto de morir a manos de un cruel carnicero, pero cuando abandoné aquella clase había olvidado por completo que acababa de salir de un examen. ¿Magia? creo que sí, era magia.

Reproduzco aquí ahora un fragmento de Nada que tiene el mismo tono y tinte que el día:

“Me parecía que de nada vale correr si siempre ha de irse por el mismo camino, cerrado, de nuestra personalidad. Unos seres nacen para vivir, otros para trabajar, otros para mirar la vida. Yo tenía un pequeño y ruin papel de espectadora. Imposible salirme de él. Imposible libertarme. Una tremenda congoja fue para mí lo único real en aquellos momentos.

Empezó a temblarme el mundo detrás de una bonita niebla gris que el sol irisaba a segundos. Mi cara sedienta recogía con placer aquel llanto. Mis dedos lo secaban con rabia. Estuve mucho rato llorando, allí en la intimidad que me proporcionaba la indiferencia de la calle, y así me pareció que lentamente mi alma quedaba lavada.

En realidad, mi pena de chiquilla desilusionada no merecía tanto aparato. Había leído rápidamente una hoja de mi vida que no valía la pena recordar más. A mi lado, dolores más grandes me habían dejado indiferente hasta la burla…

Corrí, de vuelta a casa, la calle de Aribau casi de extremo a extremo. Había estado tanto tiempo sentada en medio de mis pensamientos que el cielo se empalidecía. La calle irradiaba su alma en el crepúsculo, encendiendo sus escaparates como una hilera de ojos amarillos o blancos que mirasen desde sus oscuras cuencas... Mil olores, tristezas, historias subían desde el empedrado, se asomaban a los balcones o a los portales de la calle de Aribau. Un animado oleaje de gente se encontraba bajando desde la solidez elegante de la Diagonal contra el que subía del movido mundo de la plaza de la Universidad. Mezcla de vidas, de calidades, de gustos, eso era la calle de Aribau. Yo misma: un elemento más, pequeño y perdido en ella.

Llegaba a mi casa, de la que ninguna invitación a un veraneo maravilloso me iba a salvar, de vuelta de mi primer baile en el que no había bailado”.